Hay historias que deben contarse. Y la del calzoncillo -aunque su inventor, la marca Jockey prefiera llamarlo slip- es una de ellas. Esta diminuta y (generalmente) desapercibida prenda lleva acompañando al hombre desde 1876, cuando la empresa, entregada a la confección de calcetines para leñadores, decidió probar suerte con la fabricación de ropa interior.
Desde entonces hasta hoy, más de 130 años avalan un invento cuya trayectoria puede seguirse en 1790-2009: evolución de la ropa interior, una exposición que permanecerá abierta al público hasta el 16 de septiembre en El Corte Inglés de San Juan de Aznalfarache.
El valor de unos buenos gayumbos se mide con consideraciones muy íntimas, aunque en esta muestra hay algunos ejemplares que harían llorar de felicidad a la caja registradora. Abre el tour un slip talla XXL que Andy Warhol empleó como lienzo para una de sus obras. La anécdota pasa hoy por estar valorada en 250.000 dólares. Alto precio es el que tiene también el traje interior que Jockey diseñó para uno de los primeros viajes espaciales del Apolo.
Lo que resta es un excéntrico viaje a la intimidad masculina. Tan pronto se descubre el valor de un escueto slip rojo diseñado en 1958 como se perciben los picores que debían sentir nuestros antepasados con ajustados pijamas de lana.
"Somos los inventores del slip, luego han venido otros a copiarnos", dice orgulloso Enrique Cardenal, comisario de la exposición y empleado de la marca Jockey. Su pasión por estas telas -entre las que no caben ni horteras taparrabos ni shorts estampados con petunias- sólo es comparable con la que debía sentir el rey de Prusia cuando ordenó a todos sus soldados en 1820 utilizar unos calzoncillos adecuados.
