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Los arquitectos de Sevilla se han reunido, sin el arquitecto Pelli, en la calle Imagen o en Los Remedios -da igual-, para decirnos a los mortales que no acaba de gustarles la Torre Cajasol.

el 15 sep 2009 / 16:23 h.

Los arquitectos de Sevilla se han reunido, sin el arquitecto Pelli, en la calle Imagen o en Los Remedios -da igual-, para decirnos a los mortales que no acaba de gustarles la Torre Cajasol. Podrían también habernos dicho, sin el arquitecto Mayer, que tampoco les gustan las setas de la Encarnación o la Biblioteca Central, sin la arquitecto Zaha Hadid, o las viviendas de la Cruz Campo, sin Foster, Isozaki, Nouvel y Consuegra, y, puestos a seguir iluminándonos, por qué no sumarse, sin el arquitecto Calatrava, al agrio rechazo al puente sobre el Gran Canal de Venecia, ya que no se logró con París parar Les Halles, del arquitecto Bofill. Es cuestión de reunirse, otra cosa es ser útiles. Tarde llegaron a la erección de la olla a presión, como definió cierto tribuno de la plebe al Teatro de La Maestranza, o a la mutilación de la acera anibalista de la Avenida peatonalizada, proyectado o sustituida por obra de alarifes de otras promociones, supongo.

Las cosas son así: las ciudades las hacen los que ganan los concursos y las critican los que los pierden, dedicados a otras cosas que, al no ser magníficas, perfilan anónimas por su precio al peso la imagen posbélica de las ciudades contemporáneas. Hace años escuché al arquitecto Chueca Goitia decir que si a un colega contemporáneo se le ocurriera diseñar ahora la Casa de la Contratación, junto a la Catedral y Alcázar, lo echarían de España. Hoy, es el entorno más visitado y valorado de Sevilla. A los tribunos flamencos no les gusta la fusión pero se quedan en eso, afortunadamente: con ellos no tendríamos hoy, un poner, cantes de ida y vuelta o nos andaríamos todavía por los montes con uno o dos palos. A los pontífices de la economía no les gusta la derrota que lleva la economía fundamentalista y trincona que tanto han predicado en los púlpitos académicos y políticos. A los jueces y allegados no les gusta la Justicia porque es poco eficiente, poco justa y además está politizada. A mí tampoco, mangas verdes.

Licenciado en Derecho y Antropología. aroca.javier@gmail.com

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