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'A Miguel lo dejaron crecer en el infierno'

Cuando ayer detuvieron a Javier Delgado, se cruzaron por primera vez y de forma abrupta las dos vidas que tenía y que había intentado mantener separadas durante 30 años. La Policía arrestó a su hermano pequeño, y al poco la burbuja en la que él vivía estalló.

el 15 sep 2009 / 22:46 h.

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Cuando ayer detuvieron a Javier Delgado, se cruzaron por primera vez y de forma abrupta las dos vidas que tenía y que había intentado mantener separadas durante 30 años. La Policía arrestó a su hermano pequeño, y al poco la burbuja en la que él vivía estalló y la gente supo que ese hombre respetado, de éxito en los negocios, casado y con una hija, estaba implicado en el caso de Marta.

En el entorno de Javier Delgado, de 40 años, eran pocos los que sabían que en su pasado se escondía una infancia turbia y dolorosa de la que él escapó precipitadamente. En esa huida hacia adelante, sólo dejó una cosa que le importaba: a su hermano pequeño, Miguel Carcaño.

A los treinta y pocos, Javier abandonó León XIII, el barrio en el que se había criado, y empezó su nueva vida. "Es un hombre con ambición y coraje y con una fuerza que no se sabe de dónde saca", cuenta uno de sus compañeros. Trabajó a destajo en varios empleos antes de lograr que le hicieran fijo en una empresa de seguridad, se casó con una profesora, Rosa, y tuvo una hija, que ahora estudia en Primaria. Hizo turnos alternos de noche y día en su empresa, empezó a ganar dinero, compró dos coches, montó un bar con dos socios y amigos, y se mudó con su mujer a un piso de 100 metros cuadrados en una urbanización privada de lujo, a dos pasos de la casa de los padres de Marta. El recinto está cerrado con portero automático y protegido con cámaras de seguridad, desde la cancela al parking subterráneo. No se puede salir de la urbanización, por ninguna puerta, sin cruzarse con dos fotos de Marta del Castillo.

Ahora se sabe, por pruebas periciales, que Javier Delgado estuvo en su antiguo piso de León XIII con Miguel, Samuel Benítez y Javi, los tres implicados en el caso, el día que mataron a Marta, y después regresó en coche a su vivienda del barrio de Santa Justa, seguramente a las horas intempestivas a las que los padres de la niña, una manzana más abajo, empezaban a llamarla insistentemente por teléfono.

Javier se dio una segunda oportunidad a sí mismo cuando abandonó León XIII, pero olvidó compartirla con su hermano pequeño. Miguel era aún un crío, tendría entre 14 y 16 años cuando su hermano se fue de casa, y se quedó solo con su madre inválida, a la que tenía que cambiar, vestir, limpiar y ayudar a acostarse. Todo el mundo en el barrio y en el entorno de su antiguo colegio, el Arias Montano, recuerdan a "ese chico de 12 años que empujaba a su madre en silla de ruedas, para arriba y para abajo, mientras ella le daba voces, le insultaba, le mandaba acercarse y le pegaba". Felisa se gastaba mucho dinero en ir bien vestida. Iba con mantilla por el barrio y por el centro, donde todavía la recuerdan, y se vestía de gitana de pies a cabeza para que la llevaran a la Feria. "Un año antes de morir, Miguel la llevó empujando la silla de ruedas hasta el Real. El niño siempre iba detrás, con una sonrisa en la cara y sudando a chorros. Felisa solía llevar una correa en la mano con la que le pegaba si se paraba", cuenta una vecina que conoce a la familia desde hace 26 años, y que prefiere mantener el anonimato. "A Miguel lo dejaron criarse solo en un infierno", añade.

Una madre, dos padres. Felisa Delgado fue una mujer difícil, con un temperamento "conflictivo, violento y a veces cruel", según relata un amigo cercano a la familia. Tuvo su primer hijo a los 18 años, Javier, pero no llegó a mantener una relación seria con el que fue su padre. Años después conoció a Pepe, "un hombre bueno y honesto, que la quería y le tenía pena", y con el que ella pensaba "engendrar otro niño". Se casó con Pepe, que trabajó muchos años en el vestuario del Sevilla Fútbol Club, pero la historia ensombreció muy pronto, cuando él le dijo que no podía tener hijos. "Le llamaba impotente en la calle por no poder dejarla embarazada", dicen las mismas fuentes.

En la misma época aparecería el tercer hombre en la vida de Felisa, un tal Rafael, "con una mancha o una berruga en el ojo derecho", y que supuestamente fue el padre biológico de Miguel Carcaño. Javier tenía 21 años y ya se había acostumbrado a pasar largas temporadas lejos de su casa. "Hizo el servicio militar en Canarias. Después de nacer Miguelito, su hermano empezó a parar más en casa, porque le quería mucho. Pero le contrataron en una empresa de seguridad, y tenía muchas guardias que cubrir, estaba muy atareado siempre, entrando y saliendo. A veces, cuando Felisa se ponía peor, se lo llevaba con él".

El padre de Miguel murió cuando él todavía era un niño. En los últimos años, los vecinos empezaron a ver mucho movimiento de hombres distintos entrando en el bajo C del número 78 de la calle León XIII. Felisa tuvo relaciones con varios hombres mientras vivía sola con Miguel. "Algunas noches hacían mucho ruido, entre semana, y el niño tenía colegio al día siguiente". A veces Felisa acompañaba a la puerta del colegio a su hijo y se enfrentaba a los maestros, insultándoles a gritos, si el niño había suspendido. Miguel se fue del colegio a los 12 años, sin acabar los estudios de Primaria, y el Arias Montano le perdió la pista.

Chico del barrio. Su madre murió en el hospital en 2007. Él tenía 17 años, y ya había aprendido a valerse por sí mismo en casa, donde cocinaba y gestionaba el dinero, y en la calle, haciendo un trabajo tras otro. "Siempre se volcó en su gente del barrio, en su pandilla. Todos conocían la historia de su familia y le habían visto empujar la silla de la madre. Sus amigos estaban a muerte con él", explicó ayer un amigo de Samuel, de la barriada del Carmen.

De Javier dicen que era más hablador y dinámico, de Miguel que era más callado y algo tímido, excepto cuando se ponía nervioso. "Los dos eran muy educados y respetuosos. Miguelito daba las gracias por todo, era un cielo, pedía perdón a los vecinos por las cosas que decía su madre, te ayudaba a subir las bolsas o descargar bultos en la mudanza, y si te pedía dinero prestado, todos los días decía que sentía no haberlo devuelto", cuenta una antigua vecina de León XIII.

Los amigos de Miguel conocían bien a su hermano. "Venía cuando había un problema, cuando faltaba dinero, y después se iba", cuenta un amigo. Los compañeros de Javier, en cambio, apenas sabían que éste tenía parientes. Su mujer lo conocía, pero ayer, "nerviosa y asustada", declinó hablar con este periódico. También le habían visto los dos socios con los que Javier abrió el bar en Nervión, uno de ellos antiguo vecino del barrio de León XIII: "Por aquí le vimos poco, alguna vez". "Javier hablaba muy poco de él", decía ayer uno de los dos amigos, "no le hemos llamado ni le hemos visto desde que la foto de Miguel empezó a salir por televisión".

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