En Sevilla hay mentideros que lo mismo dan carta de sevillanía al primero que llega con tal de que condescienda con la gracia estereotipada, que se muestran reticentes a reconocer como paisanos a quienes lo son pero no cumplen con ese cliché; un poco de eso pasa con María Pagés.
La recuerdo, con veinte años menos, quedando segunda en el Concurso de Jóvenes de la Bienal de 1988 a los pies de la Torre de Don Fadrique; se hizo con el primer premio Lalo Tejada pero sólo dos años después ella había formado su compañía y comenzaba a recorrer sin complejos los teatros del mundo para triunfar en ellos siempre con propuestas rompedoras y exquisitas.
Ahora va a construir el teatro que, junto a la Torre de la Plata, ocupará el solar del Corral de las Herrerías, un espacio en el que se dieron representaciones en el siglo XVII, tal como descubrió Piedad Bolaños, y que Manolo Herrera dejó encaminado para esa actividad antes de irse de la Bienal.
O sea, que va a atreverse a lo que nadie se ha atrevido desde que se cerró el último Café Cantante: a terminar con la contradicción de una Sevilla flamenca en la que, sin embargo, no se puede escuchar y ver flamenco de forma habitual. Ella, además, será la primera empresaria teatral desde que a Ana Sciomeri le cerraran y derribaran su teatro en 1830. Le aconsejo que reflexione sobre el calvario que hubo de pasar aquella animosa mujer.
Antonio Zoido es escritor e historiador.