El alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, aprovechó su discurso de ayer con motivo del Día de la Policía Local para fijar la atención sobre la futura remodelación de este cuerpo policial, que consistirá en una reorganización de las funciones que ejercerán los agentes, con especial atención sobre los asuntos de movilidad (tráfico, accidentes viales, etc) y sobre la aplicación de la nueva Ordenanza Antivandalismo, de reciente aprobación. El regidor subrayó que se elaborará un análisis barrio a barrio de los puntos de riesgo del viario para evitar esa sensación de "repunte" de la siniestralidad vial (¿y no se había hecho antes?) y que, en el segundo de los apartados, apostará por una aplicación "enérgica" de la nueva normativa cívica. Por el bien de todos, sería recomendable que los objetivos anunciados ayer por Monteseirín en su discurso en el Teatro de la Maestranza se cumpliesen en un tanto por ciento sustancial. Pero, en cualquier caso, llama la atención su insistencia en recordarles que sus funciones prioritarias residen en cuestiones tales como la vigilancia del tráfico o el cumplimiento de la nueva ordenanza antivandálica. Al fin y al cabo, y como agentes que son, saben perfectamente que sus tareas se circunscriben a la vigilancia del cumplimiento de las ordenanzas municipales. No hace falta, por tanto, poner tanto énfasis en que se ponga el celo necesario en su cumplimiento... salvo que se ponga en duda que se haga así. Seguramente en su empecinamiento (su discurso es casi calcado al del año anterior: más de lo mismo) subyace el debate sobre las tareas que deben ejercer los policías locales en materia de seguridad y la percepción de que prefieren dedicarse a la persecución de los delincuentes que a actividades más prosaicas como vigilar la circulación o prevenir actos vandálicos. Quién sabe. Lo cierto es que pedirles a los agentes que apliquen enérgicamente una ordenanza o que regulen el tráfico parece la consagración de una obviedad. Para eso están.