Economía

A río revuelto, ganancia de tiburones

La inestabilidad beneficia a especuladores especializados en comprar y vender a velocidad vertiginosa aprovechando las dudas y la falta de capacidad de reacción de los demás.

el 11 ago 2011 / 20:19 h.

Gráfica sobre la evolución de la bolsa.
Fijémonos en el Banco Santander e imaginémonos que somos accionistas desde el pasado día 28 de julio. Desde entonces, habremos perdido en bolsa más de una cuarta parte (26,61%) del dinero que hubiéramos invertido en la compra de títulos. En este caso, la pérdida está muy clara, pero si nosotros perdemos, por lógica alguien gana. ¿Quiénes se están frotando las manos en este revuelto río bursátil que arrastra, además, nuestros fondos de pensiones y de inversión?

 

De entrada, hablemos de los especuladores, quienes conocen al dedillo los entresijos de las denominadas posiciones de corto, que ni adquieren ni venden acciones, sino futuros sobre éstas. Es decir, que compran en el minuto uno el derecho sobre títulos del Banco Santander y al minuto dos ya lo han vendido, jugando con las subidas y bajadas de su cotización. Mientras más pánico, mejor, pues la gente se altera y no ve las oportunidades. Es lo que se define como trading con derivados.

Estos tiburones no son sólo personas, también máquinas de sofisticados software que hacen y deshacen posiciones (compran y venden) con vertiginosa velocidad y combinando estrategias múltiples. Imaginemos un programa informático para jugar al ajedrez con miles y miles de posibilidades de mover las piezas. Pues igual, donde estén los peones, pongamos derechos futuros sobre acciones. Lo peor, que son sistemas que se retroalimentan y siempre se encuentran en funcionamiento. El gran hermano de los mercados.

Es agosto. Muchos en las playas. Poco dinero en la bolsa. Un caldo de cultivo para especular. Las órdenes de compra y venta vienen en su mayoría de Nueva York o Londres, donde radican las sedes de los principales fondos de inversión de alto riesgo, como hedge fund o family office, y toda la maraña de estructuras societarias cuya única misión es obtener la máxima rentabilidad. Son los gestores de las grandes fortunas, que se nutren también del lanzamiento de rumores -de hecho, el batacazo del pasado miércoles estuvo motivado por infundios, incluso publicados en medios de comunicación, que sugerían problemas en uno de los principales bancos franceses-.

Pero, ¿la búsqueda de la rentabilidad no estaba en los ataques a la deuda pública de los países periféricos? Sí, pero las presiones sobre ésta ahora se han relajado -la prima de riesgo en el caso de España ha caído en picado- y se acude a los mercados que dan más rentabilidad, y ésos son en estos momentos los bursátiles.

Ni que decir tiene que hay en estos lares cazadores de gangas, es decir, que aprovechan los precios bajos de las acciones para adquirirlas y tomar posiciones dentro de las cotizadas.

Y un matiz. Que se nos quite de la cabeza que con cualquier bajada de la cotización de nuestras acciones hemos perdido dinero. Si no ejecutamos la venta, nuestra inversión, en teoría, no se altera, y podremos esperar a que se recupere el precio y vender también. Aunque no siempre sucede así. Por ejemplo, una caja de ahorros que hubiera adquirido títulos del Santander, al finiquitar su ejercicio económico deberá consignar si éstos se han depreciado o no, puesto que así lo exige la contabilidad (es decir, no podrá decir que su inversión vale diez si ha caído a cinco).

¿Qué ocurre entonces? Entra el miedo, que es humano, y decimos: preferimos perder cinco ahora que diez después. Y es que corazón, sentimiento y sinsentido son parte de la vida misma de la bolsa.

  • 1