La factura no iba a ser tan barata como para saldarse con el sufrimiento en dos o tres partidos, y el Betis va a tener en el ruedo verde de Heliópolis un marrajo con la misma divisa que los que tuvo que lidiar, a sangre y fuego entre 2006 y 2008. Y marcado con el mismo hierro. Osasuna, Sporting y Getafe tenían que solucionar unos compromisos asequibles. Lo hicieron, no hay más que hablar. El Betis tuvo en la mano, varias veces, el partido de Málaga, y lo dejó escapar por el sumidero, como tantos y tantos de este año lastimoso: uno más. Una situación podrida no iba a liquidarse con unas gotitas de perfume barato. "Quisiera yo morir, a ver si tú te ponías lutito negro por mí", la bulería trágica del Beni de Cádiz.
Así, el triunfo en Málaga hubiese tenido valor de bálsamo o maquillaje, pero, con los tres puntos de La Rosaleda, la realidad hubiera seguido ahí: realidad doliente de un equipo, un club y una afición que dan impresión de navegar abandonados a su suerte, en el corazón de las tinieblas y bajo el volcán. En Segunda o en Primera, es un crimen que el Betis y los suyos se vean así; y esa responsabilidad afecta no sólo a Lopera, su gente y sus jugadores, sino a todos los que, con algún poder real para modificar los hechos, no sólo no lo intentan, sino que se echan a un lado.
Del futuro inmediato, que llega astifino de pitones y con divisa morada de Valladolid, quizá lo uniquito bueno es que el equipo del Betis, aún y pese a todo, depende de sí mismo. El Valladolid viene burriciego, pero muy tieso, y el Betis tiene a su afición soplando las velas de una candelita que, sin ella, se habría extinguido hace tiempo. Así fue durante los últimos cuatro años, ganando en Málaga y sin ganar, en Primera y en Segunda. Brilla con la luz de lo inconcebible que un equipo con el gancho social y el reclamo sentimental del Betis se vea como se ve. En Primera y en Segunda, en Segunda y en Primera, con Lopera y sin Lopera: "Quisiera yo morir?"