Abrir fosas, cerrar heridas

Ya han sido rescatadas 10 de las 17 rosas de Guillena fusiladas en la Guerra Civil

el 28 ene 2012 / 20:11 h.

Los arqueólogos trabajan en la fosa abierta en el camposanto de Gerena, con los restos de huesos localizados

¿Qué sucede para que una persona pueda volverse torturadora y asesinar a sus propios vecinos? En un contexto de Guerra Civil la violencia no conoce límites, y la mejor forma de prevenir es concienciar sobre ello. Con ese objetivo, los profesores del instituto Gerena llevaron a sus alumnos para que vieran los trabajos de exhumación de las 17 rosas de Guillena.


Nada más entrar en el camposanto, a la izquierda, un panel humanizaba el terror con fotografías reales de la historia. Son los rostros de Granada Hidalgo, Ana María Fernández Ventura, Antonia Ferrer Moreno, Eulogia Alanís García, Trinidad López Cabeza,... así hasta 16 mujeres que junto con una más cuyo nombre nunca se supo podrán ser enterradas y veladas por sus familias 74 años después de morir.


Metros más adelante, también a la izquierda, se contempla la fosa que abría una herida en el pecho en los alumnos, minúscula comparable con la que sufren los familiares. Los estudiantes se agolpan, los profesores enmudecen. Ya se han recuperado diez cuerpos. Faltan siete. Es entonces cuando uno de los arqueólogos, Juan Luis Castro, inicia el relato. "Aquí había un terreno llano en aquella época y la tapia era bastante más baja que ahora". Varias miradas se giran hacia el muro, que está a las espaldas. Otras no quitan el punto fijo de los huesos.


"¿Cómo se supo que estaban aquí?", pregunta un pupilo de la ESO. El arqueólogo cuenta que apoyado a la tapia -vuelta de algunas miradas- vio lo que les hicieron a esas mujeres un hombre que aún vive y que contaba entonces con ocho años.


Pero el momento en el que los jóvenes mimetizaron su silencio con el pavor de lo que estaban escuchando llegó cuando Castro enseñó las balas encontradas dentro del enterramiento. Junto con los cuerpos han hallado por ahora 50 casquillos de tres tipos de armas diferentes, por lo que se supone "que usaron el doble". Dos de las víctimas estaban embarazadas y "en un intento de escapatoria recibieron disparos en el viente", añade el arqueólogo.


Un duro de plata encontrado con los cuerpos apunta a la valentía con la que alguna de ellas pudo custodiar esa moneda sin que se la quitaran. Lo que no se encontrará entre los restos son objetos de más valor que les quitaron y con lo que los asesinos siguieron viviendo en el pueblo.


"Es vox populi quiénes fueron los que las mataron", -las raparon y humillaron en público-, señala la vicepresidenta de la Asociación para la recuperación de la Memoria Histórica 19 Mujeres de Guillena, Lucía Socam, que apostilló seguidamente que "están todos muertos".


Cuando finalicen los trabajos de exhumación se realizarán las pruebas de ADN para identificar los cuerpos y entregarlos a sus familias. "La idea es hacer un panteón común", señala Socam. No obstante, ese punto lo decidirán cuando haya terminado la exhumación en tres o cuatro meses.


Llega la hora de irse y los chicos están sobrecogidos. Nadie les ha dicho quiénes fueron los buenos o los malos. Simplemente les han puesto por delante un crimen que nunca fue condenado. Esta clase de historia no terminará cuando las entierren, ni si reconocen esos delitos a sus autores. Terminará "cuando exista una sociedad más justa" y conocedora de lo que el ser humano puede hacer para evitarlo. El arqueólogo se da la vuelta, vuelve a tirarse a la zanja y continúa escarbando.

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