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Acurrucados junto al Simpecado

Los peregrinos de Villamanrique encontraron el abrigo ante la lluvia y el frío en torno a la carreta.

el 17 may 2013 / 23:50 h.

acurrucados Bautizos, bendiciones, incidentes, nombramientos y frío, además de varios chaparrones justo al llegar al Palacio del Rey para sestear. Al camino de Villamanrique no le faltó ayer de nada. Pero, sobre todo, no le faltó su gente. Como siempre, cientos de peregrinos caminaron rodeando la carreta de plata con su Simpecado y la acompañaron desde que engancharon los bueyes a las 6 horas en la casa hermandad y subieron los porches de la parroquia de Santa María Magdalena hasta, que al atardecer entraban en Matagorda para celebrar la misa de romeros y disfrutar de una noche de cantes. El presidente de la hermandad, Juan Márquez, aprovechó el sesteo para bautizar a los romeros que se estrenaban ayer. Entre ellos, al nuevo párroco del pueblo y capellán de la hermandad, Juan Jesús Romero Velázquez, que, aunque no se estrena en los caminos hasta la Virgen del Rocío, sí guiando a la Primera. Márquez, haciendo gala de sus conocimientos históricos, eligió para este nuevo peregrino el nombre de la Virgen. “En los libros parroquiales figura, el 24 de mayo de 1750, el primer niño al que le pusieron Rocío: Juan Antonio del Rocío, así que nuestro párroco, que es muy de la Virgen, también se llamará para todos los caminos de su vida, Juan Jesús del Rocío”. A cambio, el capellán, admirado de cómo su pueblo había caminado “como una piña”, bendijo las medallas de los que se la colgaban por primera vez. Este año Villamanrique no tiene hermano mayor. La crisis desanimó a todo el que en algún momento se lo hubiera planteado, así que la junta de gobierno ha asumido este papel para las presentaciones y esta romería. Pero ayer, unos días antes de lo que manda la tradición local (normalmente se anunciaba el Lunes de Pentecostés), también durante la parada en Palacio del Rey, llegó la buena noticia. La familia de Inés Velázquez Escobar había decidido darle una sorpresa y cumplir uno de sus deseos de toda la vida: “Mi madre se murió sin poder cumplirlo porque se fue antes de tiempo y a mí siempre me ha gustado, pero no lo esperaba”. Manriqueña de cuna y profundamente rociera, cuando toda la familia le rodeó acompañada por la junta de gobierno no daba crédito a lo que estaba pasando. Emocionada con el primer vítor dedicado a la nueva hermana mayor, firmó, con un bolígrafo de El Correo de Andalucía y en una hoja de un cuaderno del decano, su compromiso para el próximo año. “Es un trabajo y una responsabilidad que espero poder cumplir. Que la Virgen me dé salud para poder hacerlo”, rogaba. Casi a la par uno de los bueyes salía corriendo suelto en medio de la acampada, provocando un gran revuelo, pero sin causar incidente. “Se ha ido a buscar el calor del resto”, explicaba Manuel Márquez, acostumbrado a tratar con los toros. Y así fue, se paró justo en la valla donde el resto de bueyes pastaba. Pronto fue guiado de nuevo al frente de la carreta para retomar el camino, que volvía a llevar a la hermandad por delante del Palacio del Rey pese a la prohibición general de paso. Para Juan Antonio Romero, el carretero de promesa, no fue el único sobresalto de la jornada. Justo en los porches, al empezar su cometido, se resbaló. Los animales le respetaron y rápidamente pudo ponerse en pie y seguir adelante con su trabajo. Juan Antonio ha tenido que esperar seis años para cumplir esta promesa. Se inscribió en la lista en 2007, justo el año que su hermano desempeñó este mismo trabajo. Por eso vivía cada momento con mucha ilusión y como una recompensa a los tres meses de preparación casi diaria. Pero todos los peregrinos recordarán esta romería por el frío intenso durante todo el día y por la lluvia que, pese a la molestia y la mojada, es una gran aliada que asienta la arena y facilita el camino. “No traemos polvo, venimos muy cómodos”, apuntaba Agustina Márquez refugiada bajo uno de los pinos antes de ir a su remolque a buscar una chaquetilla y un chubasquero. Llegada la calma, se retomaron los cantes en los grupos que cada vez se hicieron más grandes hasta acoger prácticamente a toda la hermandad. Antonio se subió a la carreta, la despojó del plástico (sólo el Simpecado, que siempre lo lleva en su tránsito por la Raya Real lo conservó). El cielo empezaba a abrirse. El frío ya calaba pero aún quedaba mucho camino para disfrutar antes de presentarse hoy la primera.

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