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Cultura

Adiós a Diego ‘Valor’: se va uno de los grandes del toreo sevillano

El menudo diestro del Cerro del Águila fue una de las figuras más importantes de los años 60, la Edad de Platino del toreo

el 30 nov 2011 / 09:24 h.

Familiares y amigos del torero en la capilla ardiente instalada en el ayuntamiento de Sevilla.
El exmatador Diego Puerta.
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Sus allegados decían que andaba ya muy tocado. La última vez que se le vio en público, casi escondido, fue en la entrega de los premios taurinos de la Caja Rural, arropando la inesperada presencia de Pepe Luis Vázquez, el decano del frondoso árbol del toreo sevillano. Los problemas cardíacos que venía arrastrando desde hacía mucho tiempo, las secuelas remotas de más de medio centenar de cornadas y la diabetes que padecía acabaron por ganar la partida. Diego Puerta, el menudo diestro del Cerro del Águila, dejaba de existir en su domicilio camero de Las Canteras en la madrugada de ayer. Tenía 70 años; aparentaba muchos más.

Su nombre había vuelto a la primera línea hace tres años, con motivo de las Bodas de Oro de una alternativa que este periódico fue pionero en reivindicar. Los homenajes oficiales llegaron algo más tarde. Pero la historia taurina de Diego Puerta había comenzado en las corraletas del viejo matadero, en el que su padre servía como empleado. Allí, en El Cerro, había nacido el 28 de mayo de 1941, aunque le llevaron hasta la parroquia de San Bernardo para recibir las mismas aguas que cristianaron a la mejor y más amplia baraja de la torería sevillana durante dos siglos.

En el mismo templo, bajo el amparo del Cristo de la Salud y la Virgen del Refugio, se celebrará a mediodía de hoy el funeral por su eterno descanso después de haber recibido el último adiós de cientos de sevillanos en la capilla ardiente que se instaló al anochecer en el salón del apeadero del Ayuntamiento. El alcalde de la ciudad, Juan Ignacio Zoido, fue una de las primeras personalidades en cumplimentar a la familia señalando a su salida que se trataba de "un día muy triste para los aficionados a los toros". El alcalde también quiso destacar que se trataba de "una persona fiel a sus principios que un día decidió retirarse de los toros y no volvió más; que marcó una época; compañero de sus compañeros y sevillano hasta el fondo de su ser".

Puerta tomó la alternativa en el San Miguel de 1958. Luis Miguel ofició de padrino en una ceremonia que testificó Gregorio Sánchez. Sin embargo, su lanzamiento definitivo tendría que esperar a su debut abrileño, que se retrasa hasta 1960. En aquella feria reveladora le esperaba encerrado en los corrales un toro de Miura, de nombre Escobero, que le iba a catapultar hacia el olimpo. Escobero propinó una monumental paliza a Diego Puerta, que le acabaría ganando la partida después de haber brindado su muerte a Juan Belmonte. Un diestro menudo, alegre, artista y sevillano acaba de hacerse figura del toreo. Nacía una nueva era y comenzaba la década prodigiosa del toreo. Se inauguraban los 60 y España se subía a un seiscientos.

Pero dos nuevas alternativas estaban a punto de anudar esa nueva época. Aquel mismo año, en las Fallas de Valencia, iba a hacerse matador el camero Paco Camino. Sólo un año después, tomaría la alternativa el salmantino Santiago Martín El Viti, que con Puerta iban a conformar aquel cartel de tantas y tantas tardes grandes, base de todas las ferias de España. Cada uno de ellos, con su contrastada personalidad llenan una década que tampoco se puede entender sin el cataclismo que supone la irrupción de Manuel Benítez El Cordobés, que se haría matador en 1963, y el continuo referente clasicista de Ordóñez, que en aquellos años era ya un joven y precoz maestro.

Puerta pertenece a esa hornada de toreros inolvidables, a un tramo fundamental en la historia del toreo contemporáneo que aparece ahora desdibujada por la supervaloración de algunos secundarios. Nunca hasta entonces se había llegado a completar un plantel tan amplio de matadores, con tan rica y diferenciada personalidad. En medio de ese apasionante panorama, el toreo alegre y arrojado de Diego Puerta es un contrapunto al virtuosismo magistral de Camino y al toreo elegante y templado, adelantado a su tiempo, de El Viti.

 El diestro sevillano, con sus baches y sus glorias, afrontando el impresionante catálogo de cornadas que convirtieron su cuerpo en un mapa, es una figura indiscutible hasta el día de su retirada. El final de su carrera no podía ser más fiel a su intachable hoja de servicios. La despedida se programa el 12 de octubre de 1974 en la Maestranza sevillana. Sólo tres días antes es herido en Zaragoza y pese a todo, hace el paseíllo con los puntos y la herida más que fresca. Como tantas y tantas tardes, Camino le acompaña mano a mano en ese postrer festejo del que ambos salen triunfadores. Diego Puerta tenía 33 años y nunca más volvió a ponerse el traje de luces.

Después se dedicó a su ganadería, a administrar su bien ganada fortuna y a actuar en los numerosos festivales benéficos en los que era requerida su colaboración, manteniendo intacto ese espíritu alegre y arrojado que lo hizo figura. Como tantos grandes toreros de su generación, prefirió una vida discreta y familiar, alejada de los focos y el relumbrón de la sociedad. No necesitaba parecer. Había sido, y mucho.

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