Afectadísimos están los sevillistas tras la inesperada eliminación en Champions. Después del trauma del martes, andan estos días tratando de buscarle explicación y asimilar lo sucedido. Lo cierto es que la oportunidad histórica desperdiciada es de las que se recordarán toda la vida. Quién sabe cuándo (o si) habrá otra oportunidad como ésta. Y todo por exclusivo demérito rojiblanco, y no por los méritos turcos, que sólo se limitaron a recoger el regalo sevillista. La eliminatoria la ha perdido el Sevilla, allí, por conceder goles estúpidos y por no saber gestionar los "momentos champions", esos en los que se producen los detalles que deciden las eliminatorias.
Y aquí, ¿adivinan por qué? Exactamente por lo mismo. Y por desperdiciar un 2-0 y un rival con 3 amarillas a los 10 minutos, lo cual, a cualquier otro equipo con la prestancia que se le supone al Sevilla, le hubiera sobrado para gestionar, machacar y pasar. Pero también hay que hablar de los afectados por el tsunami: los jugadores, que mostraron una nerviosera y una falta de aplomo en una cita tan trascendente totalmente inexplicable dado el bagage competitivo que llevan a sus espaldas. El entrenador, que se empeña en demostrar su falta de aptitud para este viaje con sus extrañas alineaciones, sus inexplicables cambios y su incapacidad para "pastorear" el grupo. Y los directivos, porque, al fin y al cabo, son los responsables de las decisiones adoptadas en esta ya aciaga temporada, empezando por la designación del sustituto de Ramos, otrora lógica y ahora cada día más errónea. Pero esto es otra historia. Ahora sólo queda la Liga.
