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Agustín G. Marcos: realidad virtual

Para Wikipedia, Enix es una empresa de videojuegos. Algo más de trescientos habitantes, a minutos de Almería, confieso mi ignorancia: en el Trivial prefería el quesito azul, y habría fallado la pregunta de no haber sido por Agustín Gómez Arcos, uno de esos creadores cuya biografía insinúa la leyenda.

el 15 sep 2009 / 00:05 h.

Para Wikipedia, Enix es una empresa de videojuegos. Algo más de trescientos habitantes, a minutos de Almería, confieso mi ignorancia: en el Trivial prefería el quesito azul, y habría fallado la pregunta de no haber sido por Agustín Gómez Arcos, uno de esos creadores cuya biografía insinúa la leyenda. Autor premiado -calidad- y censurado -compromiso- en los 60, decidió exiliarse para escribir sin miedo. Murió en París: había adoptado el idioma de sus nuevos conciudadanos, y desarrollado una exitosa carrera como dramaturgo y novelista. Uno de sus títulos, incluso, se convirtió en lectura escolar obligatoria durante varios años. En España, el anonimato: apenas dos traducciones en vida, y el silencio hasta que Cabaret Voltaire -una de esos nuevos sellos empeñados en descubrir joyas- se propuso divulgar sus libros y su figura.

Gómez Arcos es, hasta la última de las posibilidades, un autor raro. Porque los malditos obtienen cierto eco al morir pero, en su caso, el regreso a España ha logrado más aplausos que bofetadas. El pleno del Ayuntamiento de Enix, donde Gómez Arcos nació, debatió el viernes pasado -a petición de un grupo de vecinos- la posibilidad de retirar a Gómez Arcos el título de Hijo Predilecto: una declaración oficial, en toda regla y en dos sentidos, de la ignorancia de los susodichos firmantes. Como Gómez Arcos refleja una España pobre y cruel, de hambre y violencia, que remitirá al pasado de Enix -pues es la historia de todo un país-, se le castiga, igual que se le castigó durante la dictadura: ni se molestaron en leer a Gómez Arcos cuando se le nombró, ni se molestan en comprender que la sociedad evoluciona.

Invitaría a quienes cuestionan la utilidad de la Ley de la Memoria Histórica, a quienes entierran y olvidan, a reflexionar en torno a figuras como la de Gómez Arcos: un artista que se exilia ante la imposibilidad de decir lo que piensa, y que tras seis lustros de democracia vuelve a padecer la ignorancia de los otros. Nada de virtual: realidad pura, y -qué triste- dura.

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