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Ahora sí que empezó la Feria

Y tras cuatro días de temporal... llegó la apoteosis sobre el albero. Era viernes, pero la jornada de ayer supo a primer día de Feria. Gentío abarrotando las calles, ríos de flamencas acurrucadas en su mantón de Manila, concurrido paseo de caballos y, al fin, corrida de toros en la Maestranza. Ahora sí que ha empezado la Feria de Abril. (Foto: J.M. Cabello).

el 15 sep 2009 / 03:05 h.

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Manuel J. Fernández

Y tras cuatro días de temporal... llegó la apoteosis sobre el albero. Era viernes, pero la jornada de ayer supo a primer día de Feria. Gentío abarrotando las calles, ríos de flamencas acurrucadas en su mantón de Manila, concurrido paseo de caballos y, al fin, corrida de toros en la Maestranza. Ahora sí que ha empezado la Feria de Abril.

Se ha hecho de rogar. Y de qué manera. Cuatro días aciagos, deslucidos por tormentas y fuertes rachas de viento que han puesto a prueba la efímera ciudad que se monta en el recinto de Los Remedios y, además, las ganas de fiesta de más de uno. La adversidad meteorológica ha retrasado el arranque oficioso de la Feria, reduciéndola a la mitad. "Nos hemos quedado con una velá. Nos han robado cuatro días", bromeaba ayer María Teresa de Pareja, vecina de Bormujos, que a mediodía venía capitaneando bajo la portada al pelotón de la peineta. Cerca de un centenar de mujeres "de cuarenta y tantos, tantos" vestidas de gitana -como ellas mismas dejaban caer en la tregua que les daba el cante y baile por sevillanas-. Forman parte de la asociación cultural Juan Diego, actor que trabaja en la serie televisiva Los Hombres de Paco. En compañía de sus maridos, sus cantes y bailes daban la bienvenida a todo el que accedía al Real. "Vamos a almorzar en la caseta del Club Náutico", pregonaban a los palmeros espontáneos que se sumaban al tablao.

Y menuda fiesta. La Feria de Abril se reencontró con el sol, el bullicio y su colorido habitual. Ayer el paraguas se quedó en casa. El barro del albero se había cuajado, a beneficio de los tacones. En este secado rápido mucho tuvieron que ver los baños de un sol intermitente que bailaba sevillanas con las nubes. Volvía la alegría y los atascos a la hora punta del paseo de caballos. Ayer tocaban los carruajes impares y también decenas de caballistas que, al fin, se estrenaban. Era el caso de Mercedes Campos, vecina de Mairena del Aljarafe. A sus 27 años, pues lleva toda su vida montando a caballo en Feria, no recordaba algo igual: "He tenido que esperar al viernes para subirme a mi caballo Campanero". Un "maleficio" sólo equiparable, en su opinión, al año de la peste equina. Junto a ella estaban parados en batería en la calle Juan Belmonte su padre, sus hermanos y su sobrina Rocío, de cuatro años, que se iniciaba en el dominio de las riendas. La tradición está garantizada.

Sobre las tres de la tarde era imposible moverse por Juan Belmonte, la calle ancha de la Feria. El trasiego colorista de carruajes y caballistas era constante y, a ratos, fluido. Era la hora punta del paseo y en los cruces había atascos. En la acera, la gente, parada de plantón, saboreaba el desfile de este museo en movimiento y hacía fotos a cada estampa que coloreaba los rayos de sol. La manchega María estaba apostada en un palco de excepción: "Me pongo en esta esquina [Pepe Hillo con Juan Belmonte] para no perder detalle. Es un lujo. Y sin pagar entrada en la portada", exclamaba María, que no paraba de hacer fotos con su cámara mientras una amiga sevillana hacía de cicerone a esta recién llegada visitante. "Verás, después de tanta agua. Hoy [por ayer] la gente se ha volcado. Ya verás la cantidad de público que viene a la noche", vaticinaba.

Cerca de allí, en Pepe Luis Vázquez, las zonas de sol eran más difíciles de pillar que las de sombra en la Maestranza. A ambas aceras de la caseta municipal se había formado una especie de carrera oficial para el concurso de los mejores caballistas. En el palquillo feriante, la delegada de Fiestas Mayores, Rosamar Prieto-Castro, y el alcalde daban la venia a los jinetes y amazonas. Entre los participantes, un pequeño de corta edad que, con llanto incluido, hizo las delicias del respetable. Su valentía fue recompensada con un emotivo aplauso. Aunque la estampa no era del todo entendida por los asistentes: "¿Que van a correr? Están en los puestos de salida", gritaban con acento madrileño al otro lado de la barrera como si fueran las competiciones londinenses de Ascot. En el interior de las casetas rebosaba la alegría y corrían ríos de manzanilla y rebujito.

Diversión a medias. La bonanza climatológica también encendió la actividad en la Calle del Infierno, que no rozó el lleno. Micky Mouse y su esposa indicaban el camino. Bajo los disfraces, acento colombiano. Ellos buscaban sacarse unos euros con la venta de globos. El paraíso de la diversión se llenaba de risas, gritos y llantos, pues quién se conforma con un viaje. Armados de paciencia, los padres esperaban a pie de atracción, mientras que valientes flamencas desafiaban las reducidas dimensiones de los coches locos con sus voluminosos trajes. En las tómbolas, los balones gigantes de fútbol eran los regalos estrella. Ya de noche, la Feria renovaba su público, más joven que el de la mañana, mientras que la fiesta consumía sus últimas horas. Llegan los días grandes, aliñados con el buen tiempo y una masiva afluencia de público. La Feria espera.

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