En estos momentos de profunda crisis, en los que es la misma esencia del Betis la que está en juego, su presente, su futuro y su propia existencia, no queda otra que hacer piña entre equipo, directiva y afición, aparcar las rencillas, digerir las críticas y remar todos en la misma dirección en los tres próximos partidos, pues pese a que los resultados de ayer domingo fueron favorabilísimos aún hacen falta dos victorias para poder dejar amarrada la permanencia sin depender de terceros.
El Betis, por su propia desidia, se ha condenado a sufrir cuando menos hasta la penúltima jornada, pues aunque le ganase al Almería el domingo no estaría matemáticamente salvado, lo que le condena desde ya a jugarse el todo por el todo en la Rosaleda o en la última jornada en casa ante el Valladolid. Lo fundamental, en estos momentos, es asegurar la permanencia, y para eso es necesario que todo el beticismo sea una misma voz y que su rugido espante a los rivales que aún han de visitar Heliópolis. Tiempo habrá luego para buscar a los culpables de tanto despropósito -cuatro años seguidos en el alambre no son por casualidad-, exigirles responsabilidades y organizar una revolución si hiciera falta. Pero con el Betis en Primera...
