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Aido sabe lo que dice

Hace unos días, en comparecencia parlamentaria, la ministra Aído ha criticado que los hombres musulmanes que residen en España puedan vestir de manera "occidental" mientras que las mujeres deban llevar "vestidos largos que les tapen el cuerpo" y el velo islámico, lo que considera una situación discriminatoria.

el 15 sep 2009 / 07:05 h.

Hace unos días, en comparecencia parlamentaria, la ministra Aído ha criticado que los hombres musulmanes que residen en España puedan vestir de manera "occidental" mientras que las mujeres deban llevar "vestidos largos que les tapen el cuerpo" y el velo islámico, lo que considera una situación discriminatoria.

Para la ministra, "no todas las prácticas culturales tienen que ser protegidas y respetadas" por lo que aquéllas "que vulneran los derechos humanos y promuevan la desigualdad de las mujeres deben ser criticadas, y además "se deben arbitrar los elementos necesarios para contribuir a eliminarlas". Las organizaciones islámicas respondieron a las palabras de la titular de Igualdad diciendo que las mujeres llevan el velo islámico "porque les da la gana" y le pidieron "que no hable de lo que no sabe".

La cuestión esencial que se nos plantea, pues, es saber si realmente la "cultura occidental" puede manifestarse sólida y, a la vez, abrirse a aquellos elementos culturales que sean compatibles con ella y en qué condiciones, bajo qué modalidad y en qué forma de integración. Los musulmanes se saben miembros de una tradición de más de catorce siglos del Islam, pero también Occidente posee una tradición propia, fruto de una historia que se remonta más allá de los veinticinco siglos.

Quienes llegan a Occidente se encuentran con una tradición cultural multisecular en la que pueden integrarse, con un marco socio-legal propio, fundamentado en los principios del constitucionalismo. Saben que este marco les permite incorporar todos aquellos elementos constitutivos de su propia tradición religiosa que no contravengan el ordenamiento jurídico del país en el que se encuentren.

Un ordenamiento que evidencia un origen cultural que se asienta, en primer lugar, en el pensamiento ético de determinadas escuelas filosóficas greco-romanas. Sus leyes y su ordenamiento social son el reflejo de una evolución que encuentra su punto culminante en las ideas ilustradas del siglo XVIII que dieron lugar a la doctrina constitucionalista que ha propiciado las más altas cotas de bienestar y de respeto por la dignidad humana que jamás haya conocido la Humanidad.

Por ello, Occidente no tiene porqué avergonzarse de sus ancestros culturales, sino asumirlos como hechos determinantes en su devenir histórico. Si empezamos por ahí creemos que será más fácil asentar la casa: en primer lugar, el occidental autóctono asumirá sus elementos ideológicos constitutivos como algo normal;

en segundo, el foráneo de otra cultura asumirá, de modo más natural, como proyecto propio y de su comunidad, la necesidad de integrarse e integrar sus hábitos religiosos dentro del marco de la legalidad, derivada de los principios del constitucionalismo, vigente en un territorio heredero de una larga historia que ha desembocado, con sus dichas y desdichas, en el espacio de encuentro que actualmente ya es España. Por todo esto, Aido ha demostrado que sabe bien lo que dice.

Miguel Agudo Zamora

Profesor de Derecho Constitucional

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