Cofradías

Aire fresco para salvar a las imágenes

Los restauradores recomiendan secar con celulosa y ventilar las tallas que se mojan.

el 26 mar 2013 / 01:09 h.

TAGS:

La hermandad de la Cena anunció el Domingo de Ramos que, tras verse obligada a regresar a su templo en Los Terceros por la lluvia, no abriría las puertas pues necesitaban secar y cambiar a las imágenes, además de evitar la concentración de humedad aireando el templo. Seguían de esta forma la recomendación de su restauradora de cabecera, Silvia García Otero, que, afortunadamente, acaba de presenciar la salida de la cofradía. Y en este consejo coinciden los expertos. Juan Manuel Miñarro, restaurador y catedrático de Bellas Artes, explica que la “actuación inmediata” en estos casos es despojar a la imagen de la túnica mojada e intentar secarla, sobre todo las oquedades, con unos paños de celulosa o algodón, sin presionar, pero asegurándose de que no queda agua estancada porque podría ser fatal. Y no tanto para la madera como para el dorado y la policromía, que puede desprenderse. Un hermano de la Cena cubre el manto de la Virgen del Subterráneo el Domingo de Ramos. Un hermano de la Cena cubre el manto de la Virgen del Subterráneo el Domingo de Ramos./Estefanía González (ATESE) Miñarro insiste en la necesidad de tomar estas medidas de forma inmediata porque, aunque el daño no se aprecie de momento, podría dar la carar “meses o incluso años después, cuando se desprenden pequeñas conchinas”. Pero, en su opinión, la primera recomendación que deberían seguir todas las hermandades es “procurar no mojarse. Soy partidario de la medicina preventiva y en este caso la mejor prevención es, cuando hay un porcentaje de lluvia, no salir pues es lo peor que le puede pasar a una talla. Yo no asumiría el riesgo”, subraya. El siguiente paso, como hizo La Cena, según relata su hermano mayor, Joaquín Solís, es airear la sala o el templo rápidamente. Para eso es necesario desalojarlo, evitar la concentración de público y, por tanto, de humedad, y abrir las ventanas, incluso, propone Miñarro, encender ventiladores. La cofradía no sólo tomo esta determinación que no fue bien acogida por los sevillanos en su momento, sino que además, el Señor de la Cena, que ya estaba en San Pedro cuando cayó la tromba inesperada de agua, no le colocó el habitual capote: “Estaba allí viendo la cofradía Fernando Aguado –joven imaginero pero ya muy reputado entre las hermandades sevillanas– y nos indicó que una vez mojado era mejor no ponérselo para evitar la concentración de humedad. Eso sí, en cuanto llegamos al templo le quitamos la túnica y le colocamos otra seca”. El caso del Señor de la Humildad y Paciencia es diferente: al ser de pasta hay que protegerlo y con las primeras gotas la hermandad le puso un plástico. La Virgen del Subterráneo, que se encontraba casi en las puertas del templo, no notó la lluvia. Las canastillas de los dos primeros pasos, que son de madera y no están doradas, no requieren más que “un secado rápido con papel”. La túnica del Señor se ha dejado airear. Las del apostolado están colgada en el coro de la iglesia, “pero no se ven”, con el mismo fin. Estas medidas fueron también las que adoptaron en San Julián. Su hermano mayor, José Antonio Romero, que se disculpa por haber tomado la decisión de salir –decisión que tomó cuando el sol reinaba en el cielo y las predicciones anunciaban poca probabilidad de lluvias débiles–, agradece el comportamiento de todo el cuerpo de nazareno, que, como el de la Cena, Jesús Despojado, la Borriquita o la Paz, acompañó sin descomponerse a sus titulares bajo la lluvia; el aplauso del público congregado en la puerta de la parroquia al entrar la cofradía y la rápida reacción del restaurador Pedro Manzano, que está examinando las imágenes de cara a una posible restauración y que, con su mujer, también catedrática de Bellas Artes, antes de que terminara de entrar la cofradía llamaron y se personaron en el templo. Una rápida inspección del Cristo de la Buena Muerte y de María Magdalena les permitió concluir que las imágenes no se habían visto dañadas por la lluvia y bastaba con secarlas. San Julián sí abrió sus puertas.

  • 1