Dos fueron las películas con las que Mel Gibson decía aparentemente adiós a su faceta como intérprete afirmando que necesitaba centrar su carrera en su labor como realizador (algo que ha hecho de forma magistral con La pasión de Cristo o Apocalypto): Señales y Cuando éramos soldados. Y si bien la primera fue más o menos bien acogida, de la segunda, un filme infumable con la guerra de Vietnam de fondo, no funcionó como debía, sirviendo de agridulce "hasta luego" de un actor que había conocido tiempos mejores.ç
Pero si algo hay que tener claro de cara a las afirmaciones que suelen hacer los artistas (y si no que se lo pregunten a Jesulín de Ubrique, que se ha retirado ya no sé cuántas veces) es que todas deben ir entrecomilladas y sujetas a un posible abultado cheque que les haga repensarse eso de su "retiro".
Y así, tras siete años sin interpretar más que un par de cameos, Mel Gibson regresa con un papel protagonista que recuerda de forma inmediata a uno de sus mayores éxitos comerciales de los noventa: Rescate. Y es que a nadie se le deberían escapar los paralelismos entre el filme en el que Ron Howard narraba con pulso firme la historia de un padre que hará lo que sea por recuperar a su hijo secuestrado, con este Al límite en el que, para agravar la situación, en lugar de secuestro tendremos asesinato.
La historia de la cinta sigue a un veterano policía cuya hija es una activista política que, sin el saberlo, tenía una vida secreta, algo que descubrirá cuando ella sea brutalmente asesinada. Tras esta trágica pérdida, el personaje interpretado por Gibson decidirá implicarse en la investigación para descubrir un sistema corrupto y lleno de retorcidos personajes que han acabado con la persona a la que más quería.
