Al son del pito de carnaval

Un joven desempleado de Castilblanco se dedicó a la manufactura de pitos de Carnaval y sus creaciones no faltan en el Falla desde 2012

el 18 mar 2014 / 23:40 h.

Me agarro a un clavo ardiendo: desde vender trastos de segunda mano en los mercadillos, a buscar chatarra: cualquier cosa es buena porque lo que no sería capaz es de quedarme en casa sin hacer nada». Con estas palabras describe Adrián Méndez, un vecino de 25 años de Castilblanco de los Arroyos, su filosofía para seguir adelante, y ha logrado hacer de su pasión por el Carnaval una fuente de ingresos, en ocasiones, imprescindible para su familia. Foto-(15595681)Es el segundo de tres hermanos en una familia golpeada por la crisis en la provincia. Lejos de la resignación, en una pequeña nave de aperos de la urbanización Las Minas de Castilblanco, ha encontrado la manera de sentirse útil y realizado. «No comprendo a los padres que se lo dan todo a sus hijos, ni a esos hijos que piden un móvil de última generación y lo tienen sin trabajárselo, tirado en el sofá porque no buscan ni la manera de ganárselo», asegura Adrián, consciente de los esfuerzos y del ahínco con el que se ha propuesto encontrar su espacio, tratando de apoyar también a su familia. Un gran lápiz para escolares, un llavero, una brocha, un ladrillo, un pintalabios, y tantas texturas y formas como pueda imaginar tienen, en el improvisado taller de Méndez, una cosa en común: son pitos de carnaval. Las pequeñas obras de arte manufacturadas se han dejado ver en los últimos años en las tablas del Gran Teatro Falla de Cádiz, y no faltan tampoco en las citas carnavaleras de Sevilla y su provincia (Alcalá de Guadaíra, Carmona, Estepa o Pedrera), o en otros concursos y festivales de Andalucía, Extremadura o Murcia. Reacio a las nuevas tecnologías y a las redes sociales, su trabajo se propaga con el boca a boca, gracias a sus amigos y conocidos que valoraron desde el primer momento lo meritorio de su hacer, desde cero y sin apenas recursos, y han ido corriendo la voz, haciendo visibles las creaciones de Adrián en cada actuación. Hace cuatro años, de paseo por la cuna del Carnaval, en Cádiz, cambió su suerte. Le llamaron la atención unos pitos que ofrecía un hombre a los viandantes y, prendado por la originalidad de algunos, no quiso despedirse sin interesarse por el precio. «¡Veinte euros!», recuerda, «no podía permitírmelo, pensé que se estaba pasando». En aquella ocasión dejó Cádiz con esos pitos, pero trajo consigo una idea a la que fue dando forma de regreso a su pueblo. «Había hecho cursos de marquetería y reconozco que si me pongo soy bueno con las manualidades, así que me propuse hacerlos yo mismo. Los primeros no conseguía hacerlos y que además sonaran», explica Adrián. «Cada pito se compone de cuatro piezas. Cuando tengo un encargo por ejemplo de 500 llaveros son 2.000 piezas para hacer con marquetería a mano; cada pito tiene que tener una terminación perfecta y pitar, que es para lo que se hace», va explicando mientras con una segueta corta una de esas piezas dibujadas sobre un panel. Ahora que sabe del trabajo, de los recursos que se emplean, y del tiempo que se invierte en hacer uno de esos pitos temáticos, reconoce que los 20 euros estaban bien pedidos. Mientras soñaba en algún momento con ver sus creaciones en Cádiz, en el año 2011, se ocupó de hacer los pitos que su propia chirigota llevaba al Teatro Miguel Fisac de Castilblanco de los Arroyos. «El sueño del Falla lo cumplí con la chirigota de nuestro pueblo, El porqué de cada qué, de Miguel Ángel Moñino, al año siguiente», afirma, y su cara no puede disimular la emoción y el orgullo que siente rememorando un momento que tuvo para él repercusión como aficionado, pero también en una faceta de artesano que apenas echaba a andar. Desde entonces, sus pitos no han faltado en las tablas durante el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas de Cádiz. Las expectativas en lo que va de año se desbordaron, asegura, porque el teléfono no dejó de sonarle desde los primeros días de octubre, y después del Carnaval son semanas intensas en las que le piden que reproduzca ejemplares como los que se han visto en la fiesta pasada. «Me llaman las agrupaciones para que vaya dándole vueltas al pito que tienen en mente, según vayan a salir, y desde el mes de noviembre le voy dando forma con la madera», explica, citando por ejemplo la confianza que deposita en sus trabajos la comparsa femenina de José Antonio Alvarado, con un último encargo de 600 pitos –llavero, que esta agrupación pone a la venta para autofinanciarse–. Aparte de los llaveros, los pitos temáticos de este castilblanqueño sonaron este año en 12 agrupaciones más, y no solo los componentes que suben a la tarima u ofrecen su arte en las calles de nuestros pueblos hacen sonar un pito hecho a mano. Entre bambalinas, también los familiares y amigos de los miembros de chirigotas y comparsas quieren tener los suyos. El resto de la temporada, hasta el próximo mes de octubre, no falta el picoteo. En estos casos son los jartibles, que viven la fiesta todo el año, quienes se acercan a este artesano buscando un detalle: «para cumpleaños, y hasta para las bodas me han pedido los novios que hiciera pitos de carnaval para regalar a sus invitados». Por la ventana de la pequeña nave, cedida por un amigo, que hace las veces de taller para Adrián Méndez, entra el relente de la sierra de Sevilla y el olor de los jarales en una primavera que estalla ahí fuera, mientras dentro este joven invierte cuantos recursos obtiene en mantener lo que ya ha logrado, un remedio al desempleo, con la meta de «seguir muchos años trabajando de la madera». Una apuesta manufacturera que no pensó que pudiera ser la suya, hasta que la descubrió poco a poco, ocupando los días y los meses en los que no encontró ese trabajo que buscaba.

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