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Alfa y omega

Pido excusas, pero hoy me apetece escribir sobre algo que puede parecer un tópico; no obstante, me hace ilusión ya que me reubica en unas vísperas sin tensiones ni presión alguna.

el 15 sep 2009 / 01:02 h.

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Pido excusas, pero hoy me apetece escribir sobre algo que puede parecer un tópico; no obstante, me hace ilusión ya que me reubica en unas vísperas sin tensiones ni presión alguna. Permítanme, por favor: independientemente del rincón de nuestra Sevilla donde nos encontremos o hallamos echado nuestras raíces, para los que formamos parte, queremos y respetamos a nuestras cofradías, el día de la salida es el momento más esperado del año y el que venimos presagiando e intuyendo con todos nuestros sentidos y, por qué no decirlo, recontando en el almanaque para, intentando precipitar al tiempo, conocer con certeza y exactitud los días que faltan para su ansiada llegada. Todo es preparativo tanto en el orden cultual -como viacrucis, triduos quinarios o septenarios-, como en el material: estado de los enseres, montajes de parihuelas, respiraderos, replanteos un año más de candelerías varales y palio, ensayos de bandas de música, costaleros, etc.

La naturaleza viene a prestar, igualmente, su colaboración creando, aunque este año no sea tiempo apropiado para ello, un ambiente tibio, primaveral, impregnando con sus olores, colores y floración a todas las esquinas de la ciudad -olvidemos, por muy deseada y a la vez detestada que nos resulte, a la lluvia, por no quererla de invitada en estas fechas- y prolongando la luz del día, al tiempo que llena las noches de perfumes y frenética actividad en los templos y casas de hermandad.

La mañana de la salida de nuestra hermandad es muy especial. La familia respira un aire diferente. Ya están preparadas las túnicas, que ya en nuestro tiempo se suelen arreglar en la tintorería -las épocas cambian- pendientes sólo de los últimos retoques tras la puesta del pasado año. La más pequeña de todas es de estreno... La vestirá por vez primera el pequeño de los hijos y hermanos, e irá de la mano del padre o la madre, resplandeciente de orgullo uno y de ilusión el otro. Las iglesias preparan las procesiones de palmas como anticipo de lo que ha de venir en los días u horas siguientes hasta que, como un suspiro para el cofrade, las campanas gloriosas y los cantos de Resurrecit sean fin y principio, omega y alfa de una nueva andadura.

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