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Alfonso Guerra: La canción de la noche

Después de más de 50 años de militancia socialista, y de 37 como diputado al Congreso, Alfonso Guerra anunciaba esta semana su inminente abandono de la actividad política

el 09 nov 2014 / 00:08 h.

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La añoranza es un sentimiento que calma las ambiciones personales de los que habiendo disfrutado de los sabores de la vida se repliegan hacia una existencia algo más retirada». Así lo dice el propio Alfonso Guerra en la tercera entrega de sus memorias políticas, bajo el título de Una página difícil de arrancar, que recogen su actividad en el periodo comprendido entre su dimisión como vicepresidente del Gobierno, en 1991, y hasta la fecha de la publicación del volumen, en mayo de 2013. Imagen-Quay-(16411863)La fecha en la que la nostalgia comenzará a ser un elemento común en la cotidianidad del político nacido en Sevilla hace 74 años coincidirá con la última sesión plenaria del año en el Congreso de los Diputados, a finales de año. Algo menos de mes y medio le queda por tanto a la carrera de uno de los más destacados líderes socialistas de la Transición y la consolidación democrática en España. Nacido en el seno de la familia de un suboficial del Ejército, con doce hermanos, se inició en política al mismo tiempo que realizaba sus estudios de Ingeniería Técnica Industrial gracias a las becas obtenidas por sus excelentes calificaciones en Bachillerato. Comenzó a ejercer como profesor de dibujo en la Universidad Laboral de Sevilla y completó su formación con una licenciatura en Filosofía y Letras. La relevancia de la figura del líder sevillano, que había entrado en las Juventudes Socialistas en 1960, ya se perfiló en Suresnes en 1974 y se consolidó definitivamente en el primer congreso general del PSOE que se celebró en España tras la muerte de Franco, cuya organización le fue encomendada, y al que logró convocar a destacados líderes del socialismo europeo. La confianza generada tanto en las bases como en la alta estructura orgánica de la formación le supusieron su designación como integrante del equipo redactor de la Constitución, con un papel negociador que además supuso el desbloqueo de algunas de las cuestiones más sensibles que la Carta Magna debía abordar en un contexto de titubeante vuelta a la normalidad democrática. Ya para ese momento, su posición de fuerza en la dirección del PSOE junto a Felipe González estaba más que blindada, tanto por su fama de dureza en las negociaciones políticas como por su determinación en la defensa de sus criterios, aún cuando hubo de abandonar la vicepresidencia del Gobierno por el desgaste del caso de corrupción en el que se vio envuelto su propio hermano Juan. Sobre ese episodio, el más duro de su vida política, Alfonso Guerra sigue insistiendo en que se marchó del ejecutivo presidido por González porque quiso; porque entendió que el presidente estaría más cómodo con él fuera de su equipo, aunque le había transmitido su determinación a no apartarlo de la vicepresidencia del Gobierno si él mismo consideraba que no estaba amortizado para el cargo por el escándalo en el que se había visto involucrado tangencialmente. Su salida de la primera línea orgánica del PSOE seis años más tarde no supuso la disolución de sus postulados, dando paso a una corriente interna en el seno del partido que se dio en llamar Guerrismo y que fue secundada por distintos líderes socialistas que heredaron no sólo sus postulados sino también un estilo firme y contundente en la forma de hacer política orgánica e institucional. El actual presidente de la comisión presupuestaria del Congreso de los Diputados anunciaba esta misma semana que, abandonará su escaño —y con él la política activa— antes de las próximas Navidades. En el plano corto, Alfonso Guerra no se muestra cercano por norma, e incluso se enorgullece de haber sabido mantener deliberadamente las distancias y la frialdad con los representantes de distintos sectores, y especialmente con la banca. Los que han conseguido franquear en cambio esa barrera de inaccesibilidad le describen como una persona adusta y sin embargo cariñosa, extremadamente culta y cuidadosa con las formas, pero que no duda en entrar en erupción airada cuando se siente agredido. De su interés por la literatura son fruto directo la participación en la fundación de distintas revistas literarias y de una librería en Sevilla, pero su faceta intelectual se ha desarrollado igualmente en el ámbito del análisis político. Considerado un referente ideológico imprescindible de la izquierda europea por su papel activo durante la transición, preside la Fundación Pablo Iglesias y el consejo de redacción de la revista Temas para el debate. Además, ha publicado los libros Diccionario de la Izquierda y La democracia herida, ambos sobre teoría política. Otra de las pasiones de Alfonso Guerra es la música, especialmente el postromanticismo centroeuropeo, y muy concretamente Mahler, a quien cita recurrentemente como uno de sus compositores favoritos. La sinfonía número 7 del músico checo lleva como título La canción de la noche y sirve como metáfora del periodo que comienza a partir del próximo 18 de diciembre en la vida de un sevillano que codirigió durante dos décadas la orquesta política de España. También en sus palabras, en el prólogo de la última edición de sus memorias, Alfonso Guerra cita a Rilke, para suscribir que la fama es «la suma de todos los malentendidos que se concentran alrededor de un nombre».

Récord de permanencia en Las Cortes

La carrera política de Alfonso Guerra ha dejado varias plusmarcas para la posteridad, además de la de haber sido el cabeza de lista más votado en varias ocasiones. Cuando el próximo 18 de diciembre abandone el Congreso de los Diputados después de la última sesión plenaria del año en la Cámara Baja, habrá establecido un nuevo récord de permanencia activa en la política institucional, con un total de 13.672 días en posesión de su acta de diputado. Quien fuera durante nueve años vicepresidente del Gobierno con Felipe González ha venido ocupando ininterrumpidamente un escaño en la Carrera de San Jerónimo desde que ingresó por primera vez en el edificio para integrar la nómina de la Legislatura Constituyente, el 13 de julio de 1977, y en todas y cada una de las diez posteriores que componen el relato de la Democracia española.

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