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Algo de luz en el Real

El sol intentó ayer asomarse entre las nubes que cubren Sevilla. Éstas dieron una tregua para poder disfrutar de unas horas en el Real sin necesidad de usar el paraguas. Los sevillanos respondieron a la llamada, mientras en la Feria se preparaba todo para aprovechar las horas de indulto. (Foto: Jose Manuel Vidal).

el 15 sep 2009 / 02:59 h.

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El sol intentó ayer asomarse entre las nubes que cubren Sevilla. Éstas dieron una tregua para poder disfrutar de unas horas en el Real sin necesidad de usar el paraguas. Los sevillanos respondieron a la llamada, mientras en la Feria se preparaba todo para aprovechar las horas de indulto.

El inmenso aguacero que cayó durante toda la madrugada de ayer y toda la mañana hacía presagiar que el de miércoles sería otro día de Feria perdido. Sin embargo, pasados algunos minutos del mediodía un rayo de luz volvía a brillar sobre Sevilla: escampaba, increíble pero cierto.

Media hora, una hora... sin llover. Rápidamente el Real comenzaba a prepararse. Tras un día en blanco, llegaba la hora de la auténtica Feria, la de la alegría, la de la jarana y el trasiego. El primer síntoma: los paraguas se plegaron y dejaron de ser el principal acompañante. El segundo: volvieron los caballos y los coches, que el martes dejaron desierto el recinto de Los Remedios.

Los cocheros eran de los que ayer más miraban al cielo esperanzados en que la lluvia abandonara Sevilla. Y es que de la Feria dependen gran parte de sus ingresos. "En esta semana nos ganamos lo que no ingresamos en noviembre, diciembre y enero", explicaba Iván Jiménez, quien lamentaba que estos días ha perdido varios servicios concertados con clientes habituales. "Esta misma mañana me han mandado mensajes anulando las reservas", con lo que estima que cada día de lluvia pierde "600 euros".

El indulto celestial también recayó ayer sobre la Calle del Infierno, saliendo del silencio en el que se sumió el martes, algo histórico, pues por primera vez perdía durante un día completo el cariz que le hizo ganar su nombre. Las lonas que cubrían las atracciones desaparecieron y cientos de personas se afanaban en secar los asientos y otros elementos para que todo estuviera listo para la llegada del tan ansiado público. Sin embargo, los visitantes que iban llegando, a modo de cuentagotas, se iban directamente hacia su caseta, como si aún no se fiasen de la tregua de la lluvia. "Hemos abierto y estamos esperando a ver si viene la gente", decía Fernando Bernal desde la taquilla de la Noria. Él asegura que ya han perdido "todo", pues han tenido que pagar casi 20.000 euros para ocupar un espacio en la Calle del Infierno, "y como esta Feria venga mal, ya vamos mal todo el verano".

Tampoco era optimista Vicente Gorrich, un asturiano que se dedica a la venta de los típicos gofres belgas, quien aseguraba que una Feria tan temprana era perjudicial para todos. "Estoy acostumbrado a ver llover, pero esto no es normal", decía, mientras se lamentaba que a la falta de ingresos "hay que sumar los gastos, pues gran parte del género habrá que tirarlo". El tiempo iba pasando y parecía que la tregua no era un farol, salvo un leve susto poco antes de las tres de la tarde. Lejos de ser el hervidero habitual en la hora del almuerzo, el Real comenzaba a recuperar su característica estampa. Los chubasqueros fueron dejando paso a los volantes y los lunares, llenando de color las calles. Las casetas, vacías y con los toldos echados, iban llenándose de incondicionales feriantes dispuestos a recuperar las horas perdidas. Las lanzaderas de Tussam, adormecidas en las últimas horas, recuperaron casi por completo su frenética actividad.

Sevilla tiene ganas de Feria y así lo demostró ayer, cuando a primera hora de la tarde invadía el Real. Y eso es lo que esperaban todos los que trabajan en estos días. Jesús León es uno de ellos, camarero de El Manijero, confía en que "el fin de semana recuperemos lo que se ha perdido estos días". De todos modos, asegura que su caseta no es de las más afectadas por la lluvia "porque es pequeña, lo peor son las grandes, que tienen que comprar para mucha gente y si se quedan vacías es un desastre". A ellos de momento les han salvado "los cubatas y los jovencitos" que, desafiando a la climatología, mantuvieron la caseta "abierta hasta las ocho de la mañana", decía mirando al cielo, mientras una compañera apuntaba a su espalda: "Miramos más que en Semana Santa".

Al margen de las miradas al cielo, la tregua de la lluvia trajo ayer muchas esperanzas al Real, donde todos los feriantes miran los próximos días como su salvación, "al menos para no perder dinero", decía Manuela Calate desde su pequeño puesto de chucherías, donde la necesidad y las circunstancias han hecho que su producto estrella sean los paraguas. "Hay que ingeniárselas", comentaba, tapando la cama en la que ella y su marido duermen durante esta semana. Rocío, que viene desde Lucena con su puesto de turrón, ya sólo se conforma con cubrir los gastos. "A ver si la lluvia nos da un respiro y al menos podemos recuperar algo, porque han sido tres días perdidos". Esperanza no falta, ahora sólo falta que el cielo acompañe.

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