Cultura

Algo más que un juguete roto

El director Asbel Esteve presenta ‘Patuchas, el hombre de los mil limones’, documental sobre la figura y el dramático éxito de Juan Antonio Castillo

el 11 nov 2014 / 10:00 h.

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Han pasado dos décadas, pero todavía resuena en los oídos del gran público aquel estribillo machacón: “Un limón, y medio limón, dos limones y medio limón...”. Un hit de madrugada que amenizó el late-night show de Pepe Navarro, Esta noche cruzamos el Mississippi, y dio una enorme popularidad a su compositor e intérprete, Juan Antonio Castillo, más conocido como Juan Antonio Canta. patuchasPatuchas, el hombre de los mil limones, el documental de Asbel Esteve que ha obtenido el segundo premio Imaginera, fue presentado ayer en el teatro Alameda, y al término de la proyección se celebró un coloquio que bajo el rubro El éxito caníbal: gajes de triunfar en la televisión reunió al director con Mercedes de Pablos y Fernando Iwasaki. El filme de Esteve rescata la figura del músico y actor cordobés que se dio a conocer como explosivo líder del grupo Pabellón Psiquiátrico, posteriormente ingresó en la RESAD para formarse como actor, antes de emprender su carrera en solitario como Juan Antonio Canta. Músico de desbordante creatividad, incansable fagocitador de cultura, su descubrimiento por parte de Navarro en el café Libertad 8 precipitó un éxito inesperado que se convirtió en una losa insoportable. “Descubrí al personaje con 15 años a través de aquella canción que fue un pelotazo, hasta que mucho tiempo después oí una canción suya en Radio 3 y saltó la chispa. Yo buscaba una historia que contar, sobre el papel de los mass media y el reconocimiento a los artistas. Ahí empezó esta labor de tres años”. Un proyecto que llevó al director, con el apoyo del productor Guillermo Rojas, a buscar a la gente más próxima a Juan Antonio, sus compañeros en proyectos teatrales, los agentes de la industria discográfica que le apoyaron, incluso algunos compañeros de profesión como Lichis, cantante de La Cabra Mecánica, o Maribel Quiñones, más conocida como Martirio, a quien el malogrado músico cordobés admiraba enormemente. Y cómo no, a Pepe Navarro, el presentador que marcó un antes y un después en la vida de Juan Antonio. “Yo quería hacer música, no zumo”, llegó a ironizar el artista respecto al obsesivo éxito de aquella canción. Para Fernando Iwasaki, que frecuentó el Libertad 8 más o menos en los tiempos en que Juan Antonio se batía el cobre, y que más tarde haría crítica televisiva antes de destacar como narrador, “Juan Antonio es víctima del nacimiento de la sociedad del espectáculo, que al principio precisaba de tipos con talento como él para engrasar la maquinaria. Y aquello fue una trituradora. Hoy no hace falta preparación ninguna, cualquiera que quiera darse a conocer está dispuesto a todo. La carne fresca se encuentra ahora de lo más solícita”, explicó. Para Asbel Esteve, esta explosión coincide con la llegada y consolidación de las televisiones privadas, que trajeron una nueva vuelta de tuerca al ya de por sí poderoso efecto banalizador de la caja tonta. “Esta noche cruzamos el Mississippi fue la antesala de otros espacios como Crónicas marcianas, luego vino Buenafuente...”, recordó Iwasaki. “Conocí muy de cerca en aquella época a Boris Izaguirre, que un día nos habló de su proyecto de hacer televisión, ganar mucho dinero y luego irse a vivir a Nueva York, donde no lo conocería nadie. Y de algún modo, creo que Boris es un superviviente de esa trituradora”. Los contertulios citaron también el caso de dos actores que también trascendieron el éxito del programa de madrugada de Pepe Navarro: Florentino Fernández y Carlos Iglesias. Sin embargo, no es fácil asimilarlos a la sensibilidad y las circunstancias de Juan Antonio. “Era un artista que tocaba en locales de mala muerte. También él apostó por la popularidad de masas. Empezó un viaje sin retorno, pero no sabía que lo era. Pensó que algún día volvería a los pequeños locales”. El momento dramático del documental, contado con mucha elegancia, es el suicidio de Juan Antonio, ocurrido en diciembre de 1996. Según comentó el cineasta, a lo largo del proceso de rodaje de Patuchas, el hombre de los mil limones, “he hecho muchas suposiciones sobre lo que pensaba y sentía Juan Antonio, pero para mí es imposible meterme en su cabeza. Me he limitado a dar voz a los que sí lo hicieron, a quienes lo tuvieron más cerca”, comenta. Otro creador coetáneo de Juan Antonio, el director y dramaturgo Antonio Álamo, presente entre el público, recalcó que “siento que hay cierta banalización alrededor del suicidio de Juan Antonio y la idea de que lo hizo porque tenía mucho éxito”, comentó. “Creo que el suicidio es legítimo, tanto como querer seguir vivo a toda costa. Los motivos por los que alguien decide quitarse la vida son inextricables incluso para la gente más cercana, sobre todo para esa gente”. “Como dijo Scott Fitzgerald, con un artista, con un creador, puede acabar cualquier cosa, la falta de éxito y el exceso de éxito, la falta de drogas o su exceso, la falta de mujeres o su exceso... Creo que el gran homenaje que podemos hacerle a Juan Antonio es escuchar sus discos, volver a su poesía, sus canciones”.

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