Local

Algo más que vocación

Yo no haría este trabajo por todo el dinero del mundo", decía entre admirado y compasivo el familiar de un paciente terminal a la enfermera que lo atendía en sus cuidados diarios. "Yo tampoco", contestó ésta con una sonrisa.

el 15 sep 2009 / 05:22 h.

Yo no haría este trabajo por todo el dinero del mundo", decía entre admirado y compasivo el familiar de un paciente terminal a la enfermera que lo atendía en sus cuidados diarios. "Yo tampoco", contestó ésta con una sonrisa. Todo trabajo bien hecho requiere de buenas dosis de dedicación, atención o simplemente esa vergüenza torera que mueve a buscar la excelencia en el día a día. Hay, sin embargo, ciertos oficios que parecen requerir una mayor vocación y otros que consideramos tan gratificantes por sí mismos que a menudo se nos presentan como una especie de premio para quien tiene la suerte de dedicarse a tan excelsa tarea. Entre estos últimos parecía contarse el trabajo de una parte de los profesores universitarios si se considera que hace sólo unos días ha entrado en vigor el primer convenio colectivo del Personal Docente e Investigador con contrato laboral de las universidades públicas de Andalucía. En el año 2007 se contaban en la Universidad de Sevilla 2.002 docentes e investigadores contratados, una cifra nada desdeñable en un total de 4.331 profesores. De la necesidad de regular las condiciones de trabajo y garantizar una carrera investigadora coherente y dignamente remunerada para este colectivo ha dado buena cuenta, además de los sindicatos encabezados por CCOO, la asociación ADIUS, fundada en 1998 en el marco de las movilizaciones previas a la aprobación de la LOU y hoy convertida en un foro de permanente debate entre docentes e investigadores de la Universidad de Sevilla.

Este primer convenio colectivo es seguramente perfectible y no contará al cien por cien con el agrado de todos, pero, como ya se ha recordado, sitúa al profesorado no funcionario en una posición inimaginable hace pocos años, cuando los contratos eran de tipo administrativo, de un año de duración y con un procedimiento de renovación más que discutible que colocaba a muchos docentes e investigadores injustamente en situaciones de absoluta precariedad laboral. El convenio recoge aspectos tan elementales como los referentes a la jornada laboral (que para un profesor universitario tiene lugar entre las 8.00 y las 21.00 horas, incluyendo los sábados en época de exámenes), la dedicación docente o las licencias por estudio o por otros motivos. Aspectos fundamentales para un personal que está obligado a compaginar el requisito de máxima calidad docente con la movilidad necesaria para asegurar una actividad investigadora en permanente evaluación (que es lo que en definitiva asegura una docencia universitaria digna de tal nombre). El convenio colectivo es algo más que una regulación económica: es el reconocimiento a una labor con un fuerte componente vocacional en la vertiente docente y una enorme exigencia de rigor y dedicación en la vertiente investigadora.

Una tarea que está necesariamente en permanente confrontación pública (sea en las clases, sea por medio de exposiciones o escritos en la investigación) pero que no es, sin embargo, visible en su totalidad pues la clase o el escrito no son sino el resultado de un volumen de trabajo muy superior realizado en privado. Era de recibo que este reconocimiento se hiciera también extensivo a los trabajadores no funcionarios de nuestras universidades.

  • 1