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Algo para recordar

A España le costó hacer que prevaleciera su estilo hasta que llegó la prórroga.

el 27 jun 2012 / 22:56 h.

Paulo Bento es un Mou sin glamour, pero anoche provocó una mourinhación de la selección portuguesa. Los lusos disputaron un partido áspero, sin concesiones, sin permitir ni permitirse un respiro, ajenos a cualquier concesión a la inspiración o a la estética. De ese modo consiguieron anular, en parte, el juego de España, pero también anularon a Cristiano Ronaldo, que se batió sin apoyos, sin ayudas, solo. Cristiano Ronaldo simplemente lanzó varias faltas, con mucha más concesión al teatro que a la efectividad. Portugal vigiló a La Roja durante el partido, pero en realidad se vigiló a sí misma. Pepe demostró una vez más ser un defensa central colosal, como ha ocurrido durante toda esta Eurocopa, pero de nuevo apareció su desequilibrio emocional con una durísima entrada a Xavi Alonso, su compañero en el Madrid. La mourinhización de Portugal fue evidente en la bronca permanente que provenía del banquillo luso, que lo protestaba todo, intentando influir en el árbitro y en la concentración de los futbolistas españoles. Tampoco era tolerable algún gesto obsceno, como el que Coentrao dedicó al banquillo español.

Todas estas circunstancias influyeron en que los jugadores españoles nunca se sintieran cómodos durante el partido. Porque era uno de esos encuentros que detesta la mayoría de los futbolistas de la Roja. A España le costó mucho dominar el encuentro, imponer su estilo, hacer que prevaleciera el toque.

Hasta que llegó la prórroga. Entonces apareció la Roja. Fue un final cinematográfico. Los buenos, maltratados y cercados durante la mayor parte del metraje, emergieron como colosos al final. Los cambios ideados por del Bosque resultaron un acierto. Pedrito por la banda izquierda y Jesús Navas por la derecha desequilibraron a la defensa rival. Andrés Iniesta pudo marcar en la primera parte de la prórroga. Portugal desapareció. Ni influencias lejanas de Mourinho ni nada. Ahí apareció la Roja, campeona de Europa, campeona del Mundo, un equipo reflexivo y jugón, pero que esta vez recurrió a la épica, esa épica que está en la genética de la Selección Española, a mi Sabino el pelotón, que los arrollo, sí, pero con cabeza, como pide Del Bosque, con talento, con toque, y España intentó ganar por juego, como hacen los grandes, antes del pitido final, pero no pudo ser.

De todos modos, cuando llegó el momento de las tandas de penalties, ya nadie dudaba del triunfo de España, un destino fatal que la Roja que torció hace cuatro años frente a Italia una historia cruel y desfavorable. Ahora, la Roja es invencible en todos los ámbitos del fútbol: en el juego y en los penalties. Tal vez estemos ante la mejor selección de fútbol de la historia. O quizás la memoria sea corta y la emoción del momento larga.

 Lanzó Cesc Fábregas el penalti decisivo y gol. Gol de España. Ahora la final. Y como dice Casillas en el anuncio: "Vamos España". Otra explosión de alegría colectiva vestida de rojo. Algo para recordar

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