Cualquiera que alguna vez se haya sentado en una butaca de cine seguro que se ha preguntado en un momento u otro de la proyección cómo diantres se llega desde que alguien tiene la idea germinal del guión hasta que la cinta se nos pone delante.
Lamentablemente, esa respuesta (que está revestida de mucho menos encanto de lo que el ciudadano de a pie podría imaginarse) nunca ha encontrado un equivalente fílmico que esté a la altura, y siempre se ha cumplido la regla no escrita de que cuando Hollywood se mira el ombligo, salen películas poco interesantes. Y Algo pasa en Hollywood no es una excepción.
Sí, hay ideas atractivas. Sí, los actores están geniales (con especial atención a un Robert DeNiro al que actuar le cuesta menos que pestañear y un Bruce Willis brillante interpretándose a sí mismo).
Y sí, visualmente, la dirección de Levinson no deja descanso al espectador, dotando a la cinta de un ritmo bien ajustado si tenemos en cuenta que el guión no funciona.
Lejos de lograr la crítica ácida y elocuente que a uno le gustaría encontrarse en un filme de este tipo, el libreto opta por recorrer una vez más (y ya van...) tantos lugares comunes como le es posible, sin dotar a sus personajes de una voz original (las reacciones de celos del protagonista son tan obvias como absurdas) y fallando, aunque no estrepitosamente, en plantear una reflexión mordaz contra la maquinaria americana de hacer cine.
Habrá que seguir esperando a que alguien tenga los redaños de hacerlo...
