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Algunos toros buenos

Abantona y distraída en los primeros tercios, muy en Atanasio- Lisardo. Algunos muy flojos de remos, acusando el largo viaje desde el crudo y aún vigente invierno charro hasta la primavera florecida del Bajo Guadalquivir;mansos y rajados otros, toreables tres.

el 15 sep 2009 / 02:40 h.

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PLAZA DE TOROS DE LA REAL MAESTRANZA

Ganado: Se lidiaron cinco toros de Valdefresno, bien presentados y abantos y corretones, muy dentro de su encaste lisardo, en líneas generales. El primero fue absolutamente inválido, el tercero apretó en varas y tuvo nobleza y clase. El cuarto albergó alguna posibilidad pero resultó molesto y muy rajado. Manso integral y muy desigual el quinto. Más que potable y mansurrón el sexto. El segundo de la tarde fue un sobrero del Conde de la Maza, cuajado y de importante pitón izquierdo.

Matadores: Antonio Barrera, silencio y ovación.

Matías Tejela, silencio y silencio.

El Capea, ovación y silencio.

Incidencias: La plaza registró poco más de media entrada en tarde espléndida y algo ventosa.

Abantona y distraída en los primeros tercios, muy en Atanasio- Lisardo. Algunos muy flojos de remos, acusando el largo viaje desde el crudo y aún vigente invierno charro hasta la primavera florecida del Bajo Guadalquivir;mansos y rajados otros, toreables tres. Y un lote de triunfo de ley. Así fue la corrida de la familia Fraile, que tuvo que levantar la losa ambiental que supuso la invalidez del que abrió la tarde, que no tuvo mal fondo, y la inevitable devolución del segundo, que se derrumbó a chorros bajo el peto del caballo cuando el sufrido personal ya andaba más que mosqueado, con tres petardos ganaderos a cuestas.

Pero el tercero, astracanado feote y algo montado, muy en ese tipo de la casa que no suele fallar, sacó esa frialdad inicial que caracteriza a los de su casta para emplearse muy de verdad en el caballo en un primer puyazo largo e improcedente que logró quebrantar sus fuerzas pero no acabó con su buena condición. Brilló el Ruso con los palos antes de que El Capea, posiblemente para congraciarse de tardes pasadas lo brindara al público. Se vino el toro con alegría en el primer cite, desde el seis al cuatro, siempre paralelo a las rayas. Se apercibió el Capea de su buena condición y llegó a sacarle, con esa colocación perfilera y la cabeza escondida debajo del ala, un puñado de muletazos sólo aceptables sobre la mano derecha que nunca estuvieron a la altura de la bondad del valdefresno. Los pacientes y santos espectadores que ayer ocupaban los tendidos hasta jalearon al economista salmantino, que terminó de hacerse un lío cuando tomó la muleta en la mano izquierda y descubrir -a la vez que era desarmado- que por ese lado también era más que potable.

Escarbó a veces, sí; medio se afligió otras, también. Pero el trasteo del ya no tan joven Capea no estuvo, ni por asomo, a la altura de la clase de un toro que pedía pulso, mimo, temple y, por descontado, cierta capacidad. Lo mejor que hizo el hijo del gran maestro Capea, que no llegó nunca a salirse más allá de las rayas, fue matarlo de una buena estocada que no le redime ni por asomo.

Pero Pedrito, que últimamente no da una, terminó de consumar su petardo particular después de hartar de mantazos por todo el ruedo al manso y muy posible sexto. Abantón como sus hermanos, costó un mundo meterlo en el caballo mientras su matador su inhibía en la lidia. Volvió el Ruso a destacar, esta vez lidiando con el capote, para descubrir la boyantía del animal en varios capotazos largos y templados en las que se reveló como gran subalterno. Pero esta vez el Capea no logró dar ni un solo muletazo con el nombre de tal y mucho menos logró meter en la canasta a ese manso bondadoso que se acabó rajando mientras el personal huía en desbandada. La pregunta del millón es, ¿y el año que viene otra?

Aunque se mostró algo más aseado, Antonio Barrera tampoco fue capaz de rematar nada. Su primero se pegó dos fuertes volantines que mermaron sus de por sí escasas fuerzas y quedó para el arrastre. No podía haber faena y los cites de Barrera se confundieron con las protestas a la presidencia por no devolver a un toro que no tuvo mal fondo pero que, esa es la verdad, apenas se tenía en pie, tardeó y se defendió siempre de puro flojo.

Barrera pasó un buen susto al recibir al cuarto, que se le paró en seco cuando intentaba pasarlo con una larga cambiada en el tercio que estuvo a punto de costarle un serio disgusto. El toro siguió la tónica de la corrida y de su propio encaste para moverse siempre abanto por todo el ruedo hasta el punto de ser picado en terrenos de chiqueros. Algo avacado, muy engatillado, no humilló en la brega pero se desplazó en los capotes después de la suerte de varas y se entregó a medias en la faena de Barrera, que tuvo su mejor capítulo en el inicio, cruzando las rayas con poderosos muletazos que plantaron al toro en los medios. Tuvo algunas posibilidades el toro, que el diestro sevillano aprovechó cuando le encontró las vueltas aunque las continuas distracciones del astado, su andar con la carita alta acabaron disipando cualquier esperanza. En cualquier caso, cuando le supo tapar la cara para tirar de él en tiempo y forma el toro respondió más y mejor aunque al final acabó rajado y muy parado. Para el cuadro de honor del festejo, el soberbio volapié con el que lo despenó Barrera.

Para Tejela fue el imponente sobrero del conde de la Maza, serio, hondo y de vibrante embestida, con el que pasó un indisimulado mal rato. Debió despedir a toda su cuadrilla después de la demostración de inoperancia en el segundo tercio, escenificando no se que drama con un toro que tuvo mucho que torear -sin ser boyante ni enclasado- por el pitón izquierdo. No llegó a ponerse nunca de verdad Tejela que tampoco mostró demasiados recursos con el quinto. Ése fue un animal con muchas discontinuidades que alternó embestidas largas y francas con medios viajes y brusquedades.

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