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Almonte ya espera a su Pastora

La Virgen del Rocío volverá esta madrugada con los almonteños en su traslado por el Camino de los Llanos.

el 18 ago 2012 / 20:17 h.

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Una pareja camina por el interior del Parque Amate.

Eran las 16.32 de la tarde cuando saltaron la reja. Ni el intenso calor que abochornaba el interior de la ermita había sido capaz de contener por más tiempo la emoción desbordada de los almonteños. Habían pasado siete años -una eternidad para muchos de ellos- desde la última vez que la tomaron sobre sus hombros vestida de Pastora para entregarla a su pueblo. Un rito de amanecida que ayer volvía a cobrar sentido cuando la Blanca Paloma avanzaba en la tarde agosteña en busca del Camino de los Llanos que habría de llevarla al añorado reencuentro con Almonte.

Las altas temperaturas no fueron un contratiempo para los miles de peregrinos que fueron llegando hasta la aldea según avanzaba el día, en busca del instante en el que la Virgen volvería a cruzar la portada de su ermita. Eran muchos, tantos casi como alcanzaba la vista. Ríos de gente que incluso desbordaron todas las previsiones que manejaban las autoridades. Las cifras oficiales que se marcaban desde la hermandad Matriz hablaban de casi un millón de personas, pero lo cierto es que todos esos datos pasaron a un segundo plano cuando entre palmas y vivas, la Reina de las Marismas encaraba el paisaje de arcos que le marcaban el camino esperado.

En las calles de la aldea, tanto la hermandad Matriz como otras corporaciones habían dispuesto hermosos arcos decorados con guirnaldas de flores y sostenidos sobre postes que habían sido recubiertos con romero. Monumentos efímeros que marcaban un camino por el que avanzaba gracias al empuje del alma de los almonteños. Eras instantes de una importantísima emoción contenida. Sentimientos que se desbordaban cuando, a su paso por cada uno de estos arcos, la emoción dejaba paso al rezo de la Salve. Era un Rocío con galas de extraordinario, amparado en la celebración del Año Jubiliar Mariano que había declarado el papa Benedicto XVI.

Parsimoniosamente la Virgen avanzaba por las calles de la aldea. Junto a ellas caminaban miles de peregrinos que esta vez no llevaban colgada del pecho su medalla. No era día de hermandades sino de manifestar conjuntamente la devoción a la Blanca Paloma. Muchos de ellos jóvenes que portaban sobre sus espaldas mochilas que recordaban el primer aniversario de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. No obstante, la aldea del Rocío fue el germen de aquel encuentro, cuando miles de jóvenes se reunieron para participar desde España en aquella JMJ de Sidney que fue preludio del magno acontecimiento madrileño. Todo cobraba sentido, cuando el ciclo que empezó aquel año comenzaba a cerrarse en torno a la fe en la Reina de las Marismas.

Así, entre recuerdos y añoranzas, la Pastora llegaba hasta el templete situado en el comienzo del Camino de los Llanos. Eran las 20.45 horas de la tarde. Más de cuatro horas de recorrido por la aldea que dejaban paso a uno de los momentos más emotivos de toda la jornada. Carmen Morales y Carmen Rocío, camaristas de la Virgen, comenzaban a cubrirla con el guardapolvos del camino. Primero el cuerpo, el Niño y finalmente ocultando el rostro de la Virgen, que ya esperaba bajo el paño de pureza la llegada de la amanecida en la que Almonte volvería a cruzar su mirada.

La Blanca Paloma se adentraba poco a poco en el camino que la llevaría al reencuentro con su pueblo. Pasaban las horas pero no cesaba su acompañamiento. En la delantera, las abuelas avanzaban con los atributos de la Virgen. Tras ella y a su lado, varios coros entonaban cantos por sevillanos. Entre ellos, un grupo de Tarrasa vestidos con una poco discreta camiseta de color naranja, también se sumaban a los rezos cantados. Tampoco faltaron las salvas de escopeta de los almonteños, a pesar de que el Ayuntamiento había pedido que no se llevaran a cabo. Era el día grande de Almonte y se antojaba difícil contener la emoción agazapada durante siete años.

Llegaba la madrugada, las horas en las que la Virgen es más Reina de las Marismas que nunca. Dos tractores avanzaban detrás, iluminándola con focos. Esta vez, los caprichos del calendario habían privado al traslado de la luna llena que iluminó la última vez. El tiempo no contaba, casi se iba evaporando según avanzaban los minutos. Con los primeros rayos del día marcando de nuevo la silueta de la Virgen, los almonteños volvían a descubrir su rostro en El Chaparral. Ya estaba con su pueblo. Hoy Almonte amanecía distinto. Su Pastora volvía a ser una más entre ellos.

 

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