La presencia de Almudena Grandes casi se ha convertido en un clásico de la Feria del Libro de Sevilla. Ayer, sin embargo, no vino presentando ninguna de sus novelas con la Guerra Civil de fondo, sino un título diferente en su ya extensa bibliografía: ¡Adiós, Martínez! (Alfaguara), su primera incursión en la literatura infantil. Acompañada del escritor sevillano Antonio Rodríguez Almodóvar, un referente ineludible del género, Grandes explicó que el ofrecimiento por parte de Arturo Pérez-Reverte, director de la colección, supuso un gran reto para ella, ya que aunque tengo tres hijos y les he contado cuentos a los tres, la literatura infantil me inspira tanto respeto como la adulta, afirmó. Admiradora de libros como Momo o Charlie y la fábrica de chocolate, Grandes analizó los libros que habían visto la luz antes que el suyo en la citada colección, y tomó una decisión: Noté que había una especie de coincidencia en la felicidad, todos eran libros sobre niños felices, recordó. Quizá porque en mi literatura siempre me he fijado en los márgenes, y porque siempre he tenido la sensación de que se puede contar el mundo desde la óptica de los seres imperfectos, avisé a mi editora de que sería un libro amargo, pero con un final feliz. Y no me puso ningún problema, dijo. Acto seguido, la autora de superventas como Las edades de Lulú o El corazón helado pasó a explicar que la elección de una niña gorda como protagonista de la historia tuvo mucho que ver con su memoria personal: Fui una niña gorda, y además muy morena de piel, de modo que en el colegio nunca me escogieron para hacer de angelito, ni de Virgen María. En los teatrillos solía hacer de árbol, y un año llegué a hacer de rey Baltasar, evocó con buen humor. Todo ello me ha influido, porque no se ve el mundo igual cuando eres angelito que cuando eres árbol, añadió. Por otro lado, como madre la escritora aseveró que conozco cómo son los colegios, cómo funcionan las pandillas y qué niños son populares o no, por eso decidí imaginar a un niño que tiene un amigo invisible, pero ninguno de verdad, hasta que aparece una niña gorda que será su amiga, y el amigo invisible deja de existir. Para desarrollar esta historia, Almudena Grandes se valió de un recurso muy efectivo. Me pregunté qué podían tener en común ese chico canijo y con hierros en los dientes, y la niña gorda, y llegué a la conclusión de que sería un videojuego: un universo en el que da igual cómo sean, y donde será su inteligencia y su habilidad lo que los una, explicó. Antonio Rodríguez Almodóvar, como presentador y conductor del acto, hizo ver que el lenguaje que usan los personajes de Grandes no se aviene a la inocencia o el candor que solemos atribuir a los tiernos infantes, algo en lo que la escritora también se detuvo a reflexionar: Siempre he pensado que entre los tópicos que rodean a la infancia, está la idea de que es una edad feliz. Es cierto que los niños no tienen que tomar decisiones graves sobre sí mismos antes de los once o los doce años, pero eso no impide que sean seres perplejos: tienen que aprender todo de un mundo que no cuenta con ellos. Tengo un amigo que afirma que, para comprenderlos, deberíamos probar a andar una hora al día de rodillas, para saber cómo ven el mundo. Tienen que aprender todo sin contar casi con herramientas. Por último, Grandes subrayó que los niños de hoy no son ajenos a lo que pasa: su educación corre peligro, sus padres ven amenazados sus trabajos, y todo eso les influye.