Hace años el deporte y los deportistas españoles aparecían de higos a brevas. Algún que otro ciclista en el Tour, Bahamontes y Ocaña, entre otros, un boxeador genial, Pedro Carrasco, un gimnasta que pereció sin conocer el éxito, Joaquín Blume, y un tenista que nos hizo muchas veces madrugar, Manolo Santana. Y muchos otros que esporádicamente y de forma individual llegaban hasta el éxito. Y no digamos cómo se vendió la final de Copa de Europa de l964 ante la URSS, en tiempos que ganábamos con el Real Madrid, pero nada con nuestra selección.
Todo ha cambiado. Ahora todo parece haber cambiado. Como lo ha hecho el país. Referente a la selección, sus dirigentes están de espaldas a la realidad de lo que claman todos los españoles. Luis se marcha a Turquía y aunque es cierto que muchas veces dio el portazo ante las narices de Villar, había que tener más muleta para convencerle de que siguiera hasta el Mundial de Suráfrica. Es demasiado arriesgada la apuesta por el simple hecho de lo que ganaron Aragonés y sus jugadores. Villar sigue haciendo de su capa un sayo y nadie le tose.
Daniel Alves. Y también hay que citar a Daniel Alves. Vino por menos de uno y se ha ido por más de treinta. Negocio aparte, su aportación ha sido ejemplar tanto en rendimiento como en sapiencia para saber manejar las cosas de los despachos. Que le vaya bonito en el difícil FC Barcelona.
Increíble Nadal. En la élite del deporte, una semana sí y otra también, aparece siempre algún español. ¡Qué tiempos! Llega Wimbledon y ante Roger Federer aparece otro español, Rafa Nadal, que en una final larga y apasionante logra derrotar al número 1 del mundo. Otro domingo más la bandera española enarbolando éxitos por el mundo. Hoy es 7 de julio ¡Viva San Fermín! Y otro hurra por el deporte español.
