Cultura

Amalio, el pintor de Sevilla

Pasan los años y Sevilla continúa teniendo una deuda con el pintor Amalio (1922-1995). Su casa-museo, en el barrio de Santa Cruz, sigue cerrada. En la tarea de darlo a conocer, su hija, junto a Cajasol, ha editado ahora Amalio. Mirada hacia la luz, un extenso repaso a la trayectoria del creador. Retrató a Sevilla desde centenares de perspectivas, hizo de la Giralda un símbolo mítico.

el 14 sep 2009 / 21:56 h.

Pasan los años y Sevilla continúa teniendo una deuda con el pintor Amalio (1922-1995). Su casa-museo, en el barrio de Santa Cruz, sigue cerrada. En la tarea de darlo a conocer, su hija, junto a Cajasol, ha editado ahora Amalio. Mirada hacia la luz, un extenso repaso a la trayectoria del creador.

Retrató a Sevilla desde centenares de perspectivas, hizo de la Giralda un símbolo mítico que repasó una y otra vez desde todas las estéticas posibles, fue también el pintor de los pobres, y su lenguaje artístico refulgió vanguardia y realismo a partes iguales. Hoy, 12 años después de su fallecimiento, su obra empieza a ser valorada en su justa medida, pero su conocimiento entre los aficionados no deja de ser pequeño.

"Seguimos luchando para abrir la Fundación al público", cuenta su hija, la también pintora, María José García del Moral. En el corazón de Santa Cruz, en la Plaza de Doña Elvira, se alza la casa de Amalio, una bello refugio cuyas puertas están cerradas. "Estamos remodelando las instalaciones, siempre con la mirada puesta en poder abrir un día", sigue explicando María José. Una pizca de voluntad política y un puñado de euros permitirían a Sevilla contar con un nuevo, pintoresco y necesario museo.

Y es que Amalio, con una obra tan extensa, honda y plural, es un creador de "difícil clasificación". "Sus cuadros testimonian un intenso amor por Andalucía. Amalio vivió por y para la pintura, también le encantaban las manifestaciones populares y su compromiso lo extendió al trabajo, regalando su obra y obsequiando sus poemas", asegura su hija. Mientras que decenas de sus cuadros esperan a poder ser contemplados en la antigua residencia del pintor, un puñado de románticos y entusiastas siguen dando sus pasitos para abrir la puerta al pintor de Sevilla.

Es en la azotea de la casa de Doña Elvira, desde donde Amalio, fascinado por la Giralda, la pintó una y otra vez y la trató como a una novia. Observó sus infinitos perfiles y la imaginó rodeada de los ambientes más inverosímiles. En 1980, el cardenal José María Bueno Monreal expresó su deseo de exponer las Giraldas de Amalio en el Palacio Arzobispal. No pudo ser. La historia de este pintor granadino adoptado por Sevilla está llena de deseos incompletos y de pasiones abortadas.

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