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Amargo epílogo pasado por agua

el 15 sep 2009 / 02:08 h.

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Nuevamente la lluvia se erigió en triste protagonista. La Semana Santa más adelantada en el calendario desde 1913 tenía reservada una despedida gris y lluviosa, a tono con el carácter luctuoso de la jornada. Un intenso aguacero sorprendió a las cuatro cofradías en la calle obligándolas a buscar refugio apresuradamente.

Una cortina de agua, que descargó sobre el centro de Sevilla entre las 20.30 y las 21.00 horas, se encargó de hacer naufragar el que hasta ese momento era un Sábado Santo plomizo y ventoso, pero con pleno de cofradías en las calles. La anunciada lluvia sorprendió en el entorno de la Catedral a las cuatro hermandades, que en ese momento discurrían una tras otra dibujando sobre el mapa de la ciudad una enorme y colorista serpiente con la cabeza en la Plaza de la Alfalfa y la cola en la Plaza del Duque.

La manta de agua descompuso los cortejos, obligándoles a buscar refugio de manera apresurada. El primero de los pasos de la cofradía servita apretó el paso para, en un esfuerzo sobrehumano de la cuadrilla, plantarse de regreso en su capilla en apenas media hora. Los sones de la marcha La muerte de Ases pusieron banda sonora a esta precipitada entrada en la calle Siete Dolores de Nuestra Señora.

Las gotas de agua surcaban el rostro y el brazo lánguido del Cristo de la Providencia en una estampa escalofriante. El palio servita, por su parte, se refugió en la Anunciación, de donde saldría nuevamente, escupiendo agua a mares, al filo de las diez de la noche de regreso a su templo. Poco más de media hora después, la Virgen de la Soledad, con las notas de Soledad dame la mano de fondo, llegaba por fin a casa. Antonio Dubé de Luque, el hombre de cuyo lápiz surgió la estética de la cofradía servita, se encargó anoche mismo de realizar una primera inspección ocular de las imágenes y adelantar un apresurado balance de los daños causados por el agua.

La cofradía de La Trinidad también quedó partida en dos. El paso del Decreto buscó cobijo en la remozada iglesia colegial del Salvador, mientras que el misterio de las Cinco Llagas retornó sobre sus pasos para resguardarse en la Catedral, en cuyo interior se encontraba aún el palio de la Esperanza trinitaria. En torno a las diez y media de la noche, la cofradía se reunificó en la Plaza del Salvador. Ya de nuevo los tres pasos juntos, la comitiva se dirigió de regreso a casa por el camino más corto: Cuna, Laraña, Plaza de la Encarnación, Imagen, Aponte, Juan de Mesa, para desde ahí tomar la Ronda de vuelta al Santuario de la Trinidad.

Al cortejo cívico-religioso del Santo Entierro le sorprendió el aguacero en la Avenida de la Constitución. Sus tres pasos se cobijaron en la Catedral, desde donde nuevamente se reorganizó la comitiva para regresar a la capilla de la calle Alfonso XII tan pronto escampó. En su camino de vuelta a la capilla de San Gregorio, el cortejo salió por la Puerta de San Miguel y discurrió por la Avenida de la Constitución y la Plaza Nueva para retomar desde ahí su itinerario habitual de regreso a casa. La plaza de la Campana presentaba un paisaje desolador a la vuelta del cortejo, con las sillas de enea ya apiladas para su retirada hasta el próximo año.

Por su parte, la cofradía de la Soledad sufrió el azote del agua cuando medio cuerpo de nazarenos se adentraba ya en Sierpes y el paso de la Virgen se disponía a entrar en Carrera Oficial. Un hermano costalero se subió al paso para proteger a la dolorosa con un plástico que le cubría desde la corona hasta la cintura. La imagen resultaba de gran dramatismo. En medio del tremendo aguacero, el paso atravesó la calle central de la Campana, entre los aplausos de los abonados para, Martín Villa arriba, buscar resguardo en la iglesia de la Anunciación, a cuya puerta aguardaba el palio de cajón de la cofradía servita para internarse en la vieja iglesia de la congregación de los jesuitas. Los nazarenos soleanos de los primeros tramos retornaron sobre sus pasos hasta la Campana, sin descomponer el cortejo, para seguir la estela de su titular. Desaparecido el riesgo de lluvia, la hermandad retornó a la plaza de San Lorenzo mucho más pronto de lo habitual. Allí le esperaban a la Virgen soleana las saetas del Sacri para poner el "broche de oro" que cierra esta Semana Santa

Se terminaba de recomponer así una jornada en la que las cofradías desafiaron las previsiones que advertían de una ligera probabilidad de chubascos débiles y dispersos a partir de media tarde y hasta bien entrada la noche.

Las dudas comenzaron a asaltar a las cofradías en la segunda parte de la jornada a tenor de las nuevas previsiones que anunciaban un riesgo cierto de lluvia a partir de las ocho de la tarde. A pesar de los avisos, en La Soledad se pidió a los hermanos que dieran ejemplo y que no descompusieran el cortejo en caso de que la lluvia hiciera acto de aparición. "Si llueve, va a llover muy poco", advertía el hermano mayor soleano, José Manuel Albiac. Pero se equivocó. El frente nuboso fue más activo de lo esperado y descargó con saña una tremenda cortina de agua sobre Sevilla.

Y eso que hasta entonces el día discurría con cierta normalidad. La jornada arrancaba en la Ronda. Minutos después de las tres de la tarde se abrían las puertas del Santuario de María Auxiliadora. A esa hora todavía el sol entablaba una cruenta batalla con las nubes por reinar sobre el asfalto de la Ronda. Un viento desagradable, que agitaba las copas de los naranjos del patio interior de la iglesia salesiana, recibió la salida de los primeros nazarenos de cruz trinitaria. La estampa curiosa del día se vio a la salida del palio de la Esperanza de la Trinidad. Tras su reciente declaración como Patrona de la Policía Local de Sevilla, miembros de este Cuerpo con uniforme de gala formaron, sable en ristre, un pasillo de honor a la dolorosa de Astorga, en cuyo honor suena la marcha Esperanza de la Trinidad, versión procesional del Himno de la Policía Local, adaptado por el maestro Albero a marcha de procesión. Después de un año en blanco, el último aliento de barrio extramuros ponía rumbo a la Campana, no sin algún pequeño percance: al misterio de las Cinco Llagas se le cayó el moldurón de la parte delantera izquierda del paso en su tránsito por Santa Catalina. Nada que no arregle un buen alambre. Ante el palquillo del Consejo, la levantá de la última Esperanza se dedica a los agentes de la Policía Local, para que la Virgen "los guíe en su servicio... y nos quiten las multas". Ahí queda eso.

Fue la única nota de humor en un día pesaroso y triste. La Semana Santa se despide con 12 cofradías sin salir de sus templos y cuatro hermandades, las de ayer, pasadas por agua. ¿Cuándo acabará el maleficio?

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