Los andaluces que viven fuera de España podrían constituir por número la novena provincia de la comunidad: 182.928 personas. Es casi la población de Almería, y bastantes más que en Jaén, Huelva o Cádiz. Si obviásemos su dispersión geográfica por países, si imaginásemos que todos los andaluces asentados en el extranjero son gaditanos, tendríamos una idea del peso sociopolítico que tienen en Andalucía. Los que alcanzan la edad legal para votar son 142.609, más que toda la población de Cádiz. Si todos concurrieran a las urnas, decidirían el color político de la provincia, de la capital y, probablemente, de la comunidad. "De hecho, en algunos municipios pequeños han sido los andaluces del extranjero quienes han inclinado la balanza", explicó ayer el viceconsejero de Gobernación, José Antonio Gómez Periñán, tras presentar el estudio Condiciones de vida y expectativas de retorno de los andaluces en el extranjero.
Es sólo una hipótesis, claro. En las últimas elecciones autonómicas el porcentaje de votos andaluces en el extranjero no superó el 30%. Además, la dispersión por países es enorme. La comunidad andaluza más extensa está en Argentina (38.036), Francia (32.711), Alemania (26.133) y Brasil (12.615). También residen bastantes en países de la UE, y en menor medida en Norteamérica, Oceanía y el Magreb.
El 60% de andaluces que vive en el extranjero nació aquí y emigró en busca de trabajo. El 40% restante corresponde a las siguientes generaciones, sus hijos y nietos, que nacieron en los países de residencia. En el informe, elaborado por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), la ubicación es importante, porque ayuda a entender el tipo de emigrante andaluz. Por ejemplo, más de un tercio de los que residen en Lationamérica (36%) son jubilados muy integrados en los países de acogida. Aquellos andaluces emigraron en los años del tardofranquismo por razones políticas y económicas y se han establecido allí definitivamente. Los emigrantes andaluces en Europa, en cambio, tienen un perfil distinto. El 52% trabaja en un empleo cualificado y su expectativa de retorno es mayor. Aquí el rostro de la migración es más poliédrico: están los que emigraron en los 70 para incorporarse como peones a las industrias alemanas, pero también los jóvenes que se engancharon a la movilidad europea por razones profesionales y académicas -sobre todo a través de becas Erasmus- desde que España ingresó en la UE (1986).
La crisis económica de España explica hoy el repunte de la migración, igual que lo explicaba en los 60. Pero las condiciones son distintas. Alemania demanda ahora ingenieros españoles, "no sólo braceros y peones", decía ayer el viceconsejero.
A pesar de todo, la barrera idiomática sigue siendo un handicap para los andaluces. La mitad de la población emigrante ocupa empleos en el sector primario (fábricas e industrias), y un 20% de ellos realiza trabajos no cualificados. La mayoría de ellos están en Europa. La otra mitad son técnicos, directivos, científicos, pero es reseñable que su ubicación esté, sobre todo, en países de habla hispana.
De este panorama se deduce que el nivel de vida del andaluz en el extranjero es inferior al que tendría aquí. La media de ingresos mensuales por hogar es de 1.930 euros brutos, una cifra alta en los parámetros salariales españoles, pero baja en relación al nivel de vida en Reino Unido, Francia o Alemania, donde el salario medio es el 35% más alto que en España. En Latinoamérica el sueldo medio del andaluz es incluso inferior: 974 euros, y en algunas zonas 500 euros.
