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Andalucía como problema

Es difícil sustraerse a la sospecha de oportunismo electoral de la moción de reprobación de la ministra de Fomento. Es inevitable que a pocos meses de unas elecciones se tenga esa sensación. Como es normal que a uno le sorprenda la dureza de los ataques a la Ministra...

el 14 sep 2009 / 20:50 h.

Es difícil sustraerse a la sospecha de oportunismo electoral de la moción de reprobación de la ministra de Fomento. Es inevitable que a pocos meses de unas elecciones se tenga esa sensación. Como es normal que a uno le sorprenda la dureza de los ataques a la Ministra de los que nunca cedieron a la presión de la dimisión, aún siendo responsables de la lamentable gestión de catástrofes como el Prestige o el Yak-43. O la inanidad de los que practicaban el silencio en épocas con un evidente déficit de inversión en Cataluña, mientras no dudaban el martes pasado, por penosos cálculos partidarios, en ensañarse con una Ministra que demostró una enorme firmeza y dignidad.

Pero viendo este debate con perspectiva, no huelga recordar que el mes de septiembre pasado, el diario La Vanguardia publicaba un reportaje titulado Andalucía gana. Un análisis comparativo de las inversiones públicas y sus efectos entre Cataluña y Andalucía. En el mismo se deslizaban algunos comentarios, atribuidos a un profesor universitario, como que hay regiones que su mayor problema es "una clase dirigente acostumbrada a abrir el grifo del dinero", o que "Chaves sigue prometiendo todo gratis. En lugar de agradecer lo recibido en estos 20 años y trabajar en nuevas direcciones, pretenden seguir como hasta ahora". Y que "esta tendencia clientelista de asegurar los votos mediante recursos públicos estaría relacionada con la falta de inversiones en Cataluña". ¿Les suena?.

El domingo pasado, en un editorial del mismo diario, titulado La dignidad catalana, se afirmaba que la ministra "se ha envuelto en la bandera de Andalucía, con gestos de populismo meridional, tan inéditos en el socialismo español, como inquietantes". Otra página del periódico tenía como sugerente título "Catalá emprenyat o catalá resignat?". Toni Soler, escribía que "en los 80 el catalanismo pujolista era unitario, autonomista y pedagógico; hoy en día el catalanismo es dual, cabreado y con tendencia al soberanismo". Mientras, el presidente Montilla habla de "desapego" entre Cataluña y España.

Andalucía ha tenido un brillante desarrollo en estos años, con estabilidad política, con sentido de Estado, apoyando políticas solidarias, consiguiendo consensos de sus emprendedores, trabajadores, ciudadanos, con mayorías políticas orientadas a una estrategia que combina desarrollo económico, innovación y bienestar. En cambio, Cataluña tiene problemas para articular un discurso político de presente y futuro interiorizado por sus conciudadanos, una estrategia colectiva que ponga el acento en problemas reales, más que en debates de consumo interno de y para los políticos. Cataluña tiene la errónea tentación de buscar la raíz de sus contradicciones fuera de sus límites geográficos, sin aceptar que las reglas del poder democrático nacen del principio de igualdad de derechos de todos los ciudadanos, vivan donde vivan. Que Cataluña tenga problemas es malo para ella y para España. Pero Andalucía, a pesar de lo que piensan algunos, no es su verdadero problema.

Gonzalo Suárez Martín es abogado

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