La complejidad geográfica e histórica de Andalucía ha encontrado en la encrucijada del siglo XXI y en el marco óptimo del Estado de las Autonomías su gran oportunidad de afianzamiento como comunidad.
Unas nuevas elecciones autonómicas contribuyen a la estabilidad democrática de la nación y perseverar en nuestra solidez institucional es el mejor objetivo para esos comicios.
Europa, España y Andalucía, son planos paralelos de una misma realidad política. Ningún conflicto nos es ajeno, y no es pequeño el que genera la declaración unilateral de independencia por parte de Kosovo, colofón del proceso de disgregación inducida en la antigua Yugoeslavia. Frente a las debilidades, se produzcan donde se produzcan, nada nos abrirá un futuro mejor que las acciones positivas de las que podamos ser protagonistas, de los hechos inmediatos que fortalezcan nuestras estructuras territoriales, económicas y sociales.
Esa es la clave que ha comenzado a diferenciar a Andalucía de otras regiones meridionales de Europa. Potenciar nuestra operatividad en las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, se articula con las infraestructuras del transporte dentro de una planificación territorial eficiente y sostenible; la apuesta por un estructura industrial dinámica que sabe aprovechar las oportunidades que ofrece la globalización, se acompaña de iniciativas avanzadas en la producción energética; optimizar nuestro sector financiero convergiendo sabiamente hacia la integración de las cajas andaluzas, ha de generar flujos nuevos de inversión en sectores para los que reunimos mayores potencialidades como es el de la industria cultural.
Pero los grandes capítulos programáticos se convierten en realidad solo si cada vez más andaluces somos capaces de comprender, bajo esa clave positiva de integración regional, todos y cada uno de los campos de nuestro actividad cotidiana, si procuramos que las iniciativas concretas en las que participamos encajen en la verdadera dimensión identitaria de la Andalucía de este nuevo siglo: el dinamismo de la contemporaneidad, lo contrario de la localización ensimismada de una enésima tradición inventada.
Coda final: la Academia de Antequera debe ser reconocida por la Junta de Andalucía. Por más que refunde la vieja institución de una ciudad dotada de una gran historia, ese proyecto cultural busca hacer eficaz y actual el sueño de una capitalidad andaluza en los albores de nuestra autonomía. Antequera no es solo una pieza importante del Barroco andaluz, es un territorio que puede y debe ofrecer su centralidad geográfica para localizar una institución dinámica de naturaleza cultural que contribuya a la compleja lectura integral y dinámica de Andalucía. Es decir, rememorando su papel en la génesis del sistema financiero andaluz, Antequera reúne los requisitos esenciales para protagonizar una operación coherente con el propósito prospectivo que la cultura debe substanciar en el objetivo de una Andalucía conjunta, de una Andalucía que encaja.
Catedrático de Arquitectura de la Hispalense
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