La Orquesta West-Eastern Divan está lista para celebrar los diez años de vida de la Fundación Barenboim-Said con sendos conciertos en Andalucía: el día 19 en el sevillano teatro de la Maestranza, con Tristán e Isolda, y el 21 en el teatro Falla de Cádiz. No es una fundación con fines políticos, como tampoco los tiene la Orquesta, subraya Daniel Barenboim apenas comienza a dirigirse a la prensa convocada al ensayo. De hecho, la filosofía que siempre compartí con Edward Said es que este maldito conflicto no es político, ni militar, sino humano. Un conflicto entre dos pueblos convencidos de tener el derecho de vivir en el mismo pedazo de tierra, pero sin el otro. Hay que buscar compromisos, y estamos muy lejos de eso si no se admite el derecho de existir del otro. Por eso no han funcionado los intentos anteriores de paz, y no creo que funcione ahora. Con un poco de dinero no se compra la justicia de los palestinos, y tampoco es lo que buscan los israelíes, asevera. Respecto al repertorio escogido para este aniversario, Barenboim vuelve una vez más a defender a Wagner. Después de años de tocar música exclusivamente sinfónica, hemos pasado del Fidelio al primer acto de La Valkiria, y llegamos al Tristán, una obra maestra, explica. La música puede colaborar con la literatura, pero no necesita de nadie para tener un contenido. Un cantante habla del amor y de la muerte; en la música todo eso ya está. No se puede explicar con palabras. Claro que Tristán e Isolda no es una obra cualquiera para Barenboim. En 2001, dirigió esta obra para la Staatskapelle de Berlín en Jerusalén, lo que le valió numerosas descalificaciones de pronazi y fascista. ¿Qué otra cosa puede ser quien dirige e interpreta al compositor favorito de Hitler? No es que tengan la mente cerrada, es que son hipócritas, dice serenamente Barenboim. Arman escándalo porque dirijo a Wagner, pero en Israel se venden sus discos, y los teléfonos móviles tienen la música de La Valkiria, y en las bodas se tocan excerptos de Wagner. La trompa, los trombones, tienen que tocar forzosamente con Wagner, así que no me vengan con esas tonterías. Como suele decir un amigo francés, digamos las cosas con claridad, no tengamos miedo de las palabras. Antes incluso de soplar las velas de este décimo aniversario, Barenboim finge extrañarse cuando se le pregunta por los planes de la Fundación para la próxima década. ¿Solo diez años? ¡Yo ya tengo planes para mucho más tiempo!, exclama, para agregar más serio: La dimensión total de la fundación no será realizada hasta que no sonemos en todos los países representados en la Orquesta. El día que toquemos en Beirut, Damasco, El Cairo, Amán y Tel Aviv, nos daremos por satisfechos. Pero seguimos siendo un proyecto en el exilio, lamenta el director. Estoy profundamente agradecido a la Junta de Andalucía, concluye el director. Andalucía, e indirectamente España, son los únicos que claramente hacen una contribución clara y concreta para el desarrollo de formación cultural y musical en Palestina. Y añade la anécdota de cierto palestino que se le acercó después de un concierto en Gaza y le dijo: El mundo se olvidó de nosotros. Los pocos que se acuerdan, nos mandan comestibles y medicinas, eso se haría también con animales. Que venga usted con una orquesta nos hizo reconocer que somos seres humanos.