Si hemos de creer en las palabras de San Ignacio de Loyola, en tiempos de crisis, malas son mudanzas. Pero son muchos quienes no creen en San Ignacio, visto lo visto en la anunciada fusión entre la caja BBK de Vizcaya y la Guipuzkoako Kutxa, que acaban de anunciar su fusión en una Caja de Ahorros de Euskadi de la que queda fuera la Caja Vital de Vitoria. Mientras tanto, acaba de suscribirse una sociedad contractual de las cajas de Castilla y León, como paso previo a una fusión, justo cuando caen chuzos de punta sobre el sistema financiero.
En Andalucía, seguimos sin hacer caja única aunque el presidente Manuel Chaves se empeñe en lo contrario. En Granada, donde se denuncia la voracidad centralista de la Casa Rosa, le hacen luz de gas y Antonio María Claret, presidente de Caja Granada ya ha dejado claro que a falta de consenso interno "no se plantea participar en operaciones de consolidación empresarial". Pero si allí se hace Numancia al andar, en torno a la obra social de Caja Granada y el llamado Pacto del Saray, suscrito en 2001 por todas las fuerzas políticas y sociales para defender la independencia de la entidad, en la capital de Andalucía sigue en vigor la hoja del ruta del llamado pacto de Torre Triana. Y es ahí donde cabe situar el anuncio del Gobierno andaluz a los presidentes de las cuatro cajas de ahorro de la comunidad -Unicaja, Cajasol, CajaGranada y Caja de Jaén, de menor porte- en aras de que a partir del próximo mayo cuando Cajasol consolide sus órganos de gobierno tras su reciente fusión, se dará un impulso a la Caja Única, algo más que un sueño en el desideratum de Chaves desde 1999. Por el momento, la única que parece quedar fuera de cacho es Cajasur, la caja cordobesa controlada por la Iglesia Católica.
Chaves ha sido paciente en cuanto al calendario, toda vez que en su día Magdalena Alvarez quiso imponerlo a las bravas y de inmediato. Sin embargo, le crecen los enanos y sus detractores achacan que busca réditos políticos y que no persigue mejores y mayores beneficios para dichas entidades porque ciertas cifras cantan en sentido contrario. Y es que, antes de las fusiones, aquí había catorce cajas en 1990 y estas administraban el 10,2 % de los depósitos de las entidades españolas de su género. Ahora, tan sólo hay cinco y su cuota en el mercado de depósitos intercajas es del 9,6 %. Pero frente a otros números rojos, es cierto que ha aumentado el porcentaje dedicado a la obra social y los recursos propios, que han pasado del 7 al 9,6% del conjunto español.
Fusionar es un riesgo, y con la que está cayendo más. Claro que quién desprecia ese botín a pesar de que quizá en todo ese proceso las cajas pierdan en gran medida su razón de ser, que no es precisamente la de competir con la banca privada. Hay que arrimarse al toro, a pesar del riesgo de una cornada, es lo que viene a decir Chaves. Se trata de embestir al trapo del evidente éxito de La Caixa, pero también de Caja Madrid, que superó el pasado 30 de septiembre el millón de clientes operativos en Andalucía, con veinticuatro nuevas oficinas en toda la región. No es plan de señalar, pero ¿vamos a dejarnos arrebatar otra vez el futuro, como cuando las textiles catalanas compraron las andaluzas para cerrarlas, en el siglo XIX?.