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Ángeles y concubinas

Hemos estado de Belén viviente, una experiencia estupenda para los chicos, divertida para los padres, un suplicio para los profesores. Conseguimos que mi hija fuera de ángel, y estaba encantada: ropajes blancos y brillantes, alas maravillosas, un arpa de cartón.

el 14 sep 2009 / 21:50 h.

Hemos estado de Belén viviente, una experiencia estupenda para los chicos, divertida para los padres, un suplicio para los profesores. Conseguimos que mi hija fuera de ángel, y estaba encantada: ropajes blancos y brillantes, alas maravillosas, un arpa de cartón. Un ratito de pie, anunciando a los pastores subida en un árbol; y un ratito sentada, en un coro celestial sobre una nube de algodón. Lo ideal, vamos. Pero hete aquí que vuelve enfadada, porque lo de angelito ya no le satisface. Nos dice que quiere ser concubina. ¡Concubina! A mí me daba algo. Luego lo entendí, es que en este Belén también las hay. Y claro, no hay color: las concubinas van vestidas de bailarinas del vientre, todo lleno de colgantes brillantes, maquilladas y estupendas. Abanican a Herodes con hojas de palma, y le sirven vino en copas brillantes. Y Herodes, querámoslo o no, es la verdadera estrella, con sus ropajes, su trono y su calidad de vida.

Nosotros pensábamos que ser angelito ya es bastante: no es ser personaje principal -San José, la Virgen, los magos-, pero es menos sacrificado que hebreo o soldado romano. Pero no, los tiempos han cambiado, y la modesta castidad del angelito no es rival de la exuberante sensualidad de la odalisca. Los niños de cuatro años ya entienden de qué va el mundo.

Miguel Rodríguez-Piñero Royo es catedrático de Derecho del Trabajo

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