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"Antes la gente cambiaba de coche rápido. Ahora le dura más de 10 años"

Es gerente de Gre-Jor, un taller de reparación de vehículos de Los Molares que cuenta con el 90% de su clientela en la capital hispalense gracias a su servicio.

el 08 oct 2011 / 18:31 h.

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José Moreno (a la derecha) junto a su hijo Jorge en las instalaciones de Gre-Jor de Los Molares .

José Moreno (Los Molares, 1951) es todo un ejemplo del empresario hecho a sí mismo. Camionero hasta principios de los ochenta, decidió dar un giro a su vida y montar un negocio, Gre-Jor. Desde el principio, su objetivo era facilitar la vida de sus hijos, algo que ha logrado gracias a sus años de experiencia y al esmero en el servicio.

-¿Cuándo abrió su taller había otros en Los Molares?
-No había ninguno, sólo uno de motos. Todo empezó porque yo era camionero, mi padre tenía camiones y trabajaba con él, pero cuando nació mi segundo hijo me di cuenta de que no quería que fuera lo mismo ni para ellos ni para mí. Quería tener más tiempo para verlos. Empecé con una cochera que me cedió mi madre, donde me puse a lavar coches y a cambiar aceites en un primer momento. En 1981, el año en el que comencé con esta actividad, el director del Banco Bilbao, que era amigo mío, me presentó a un empresario de Utrera con un gran negocio en droguería que quería que me hiciese cargo de sus coches. Incluso se los compraba.

-¿Cómo continuó el negocio?
-A mediados de la década de los ochenta, además del taller, comencé a vender coches, pero en 1992 vivimos otra crisis muy mala y no se vendía ninguno. Era además agente de seguros, veía cómo llevaban los coches a reparar y la cantidad tan elevada que cobraban en los servicios oficiales y había veces en las que la reparación no me terminaba de convencer. Me decidí por el negocio de chapa y pintura y en 1994 me hice con una nave pequeña y contraté a un chapista. Desde entonces el servicio ha sido siempre prioritario en mi empresa. Ese es el secreto para que funcione. Ahora tengo 18 coches de sustitución y todos los clientes están contentos.

-¿Sus clientes se concentran en la localidad?
-No. De hecho, de cada diez, nueve proceden de Sevilla capital. Se debe en gran medida a mis amistades y a que somos agentes de seguros y las compañías nos derivan muchos coches para reparar. A través de esta fórmula, la gente nos conoce. En nuestro caso, funciona el boca a boca. Cuando se atiende bien a un cliente, siempre vuelve y, además, te recomienda. También cobramos mucho menos que en los servicios técnicos oficiales, aunque nuestro personal está igual o más cualificado. A las compañías de seguros también les conviene ser nuestro cliente.

-¿Qué servicios presta?
-Desde chapa y pintura hasta la mecánica rápida, donde se incluyen los cambios de aceite, de neumáticos o las pastillas de freno. Además, sustituimos lunas y tenemos una amplia gama de vehículos de sustitución gratuita mientras se repara el coche.

-Se cambió a unas instalaciones más grandes en el otoño de 2008, en el epicentro de la crisis. ¿Por qué lo decidió?
-Tenía 1.000 metros cuadrados repartidos en cuatro naves por el pueblo y todo eran problemas, aunque nuestros vecinos nunca se quejaron y lo teníamos todo limpio. Después, hicieron un polígono industrial a las puertas de la localidad y me ofrecieron una nave de 2.000 metros cuadrados y me pareció una buena opción, porque en la calle donde estábamos ya no se cabía.

-¿Ha tenido problemas con la financiación?
-Llevo 40 años trabajando con Cajasol y nunca he tenido ninguno. Jamás me ha negado nada. Eso se debe a nuestra manera de hacer las cosas. Para nosotros, pagar es lo primero, y eso, además del banco, lo saben los proveedores. Tenemos mucha liquidez. Siempre cerramos los 15 de diciembre el ejercicio al contado, para que no haya problemas de ningún tipo. Todos los empleados cobran en su momento. Tenemos 16 trabajadores en la empresa, y mi mujer se encarga de la parte de los seguros mientras yo lo hago de la gerencia.

-¿La crisis le ha venido bien por eso de que la gente prefiere arreglar el coche a comprar uno nuevo?
-La crisis no le viene bien a nadie porque la gente no tiene dinero. Nosotros funcionamos en gran medida gracias a las compañías de seguros. Si el cliente tiene el coche a todo riesgo es más probable que lo lleve al taller aunque sea por un rasguño, pero ahora, en cuanto puede, quita este seguro y aguanta más tiempo con el coche abollado.

-Pero tiene mucha actividad...
-Se debe a que me muevo mucho, al igual que mis hijos, para que funcione el negocio. En cualquier caso, si antes reparábamos 30 o 40 vehículos a la semana, ahora tenemos entre 10 o 12. Cuando vendía coches, la gente cambiaba muy rápido de automóvil. Ahora los mantienen más allá de los diez años.

-¿Tiene previsto abrir en otro lugar?
-En Sevilla capital no lo haría en la vida. Mi taller está en una calle donde un tráiler puede entrar a cualquier hora y maniobrar lo que le haga falta. Algunos amigos míos que tienen negocios en Sevilla no pueden ni tan siquiera aparcar ellos. Cuesta hasta en los polígonos. Del Aljarafe a mi pueblo hay media hora y desde allí a cualquier concesionario de Sevilla 20 minutos. No merece la pena la diferencia.

-¿Quién sufre más la situación actual?
-El concesionario oficial. De hecho, ha tenido que bajar muchísimo los precios, aunque no tanto como para competir con nosotros. Además, tarda más en hacer las revisiones y sólo te sirve cuando el coche está en garantía. La competencia, en cualquier caso, es bestial.

-¿Usted tiene competencia de manera directa?
-La verdad es que no porque en Los Molares no me la puede hacer ningún servicio oficial y además prestamos mejor servicio como el de recogida de vehículos de puerta a puerta.

-¿Ampliará sus instalaciones a corto o medio plazo?
-Ahora no nos vamos a meter en nuevos proyectos porque tenemos que pagar lo que debemos.

-¿Se ha planteado meter a nuevos socios o todo queda en familia?
-En los 30 años que llevo al frente del negocio lo que puedo decir es que el que dirige uno propio no tiene hora. Un cliente me puede llamar tanto a las 12 de la noche como a las tres de la mañana, y yo lo atenderé igual de bien sea la hora que sea. Es algo que he inculcado a mis hijos. En cuanto a los socios, no quiero ninguno, y eso que ha habido personas que se han interesado. De este modo, no le tengo que dar cuentas a nadie. El socio es el que trabaja, no el que sólo pone el dinero y después la mano.

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