Feria de Abril

Antes muerta que sin luz ni cobertura

La Feria se ha trasladado, de un año para otro y sin que nadie se haya dado cuenta, del Charco de la Pava a internet

el 19 abr 2013 / 23:13 h.

Feria Ya nadie lo recuerda, pero hubo un tiempo en que no existían los teléfonos móviles. Entonces la gente quedaba, en la portada o en una caseta determinada, todos derrochando paciencia hasta que llegaba el último y empezaban a moverse en manada. Ahora pasan de todo, dame una perdida cuando llegues, ponme un mensaje por whatsapp, si eso... Quizá sea cierto aquello de don Antonio Machado, que todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar; y todavía más en la era del flujo permanente de la información, del pasar incesante de todo: no te pares en mitad de una calle o te arrollarán los caballos, no te pares a saborear esa cerveza porque ya viene ahí otra recién tirada, no te pares a besarme, mándame el beso por sms, que ya lo miro en casa. Casi sin darnos cuenta, la Feria de Sevilla se ha trasladado, de un año para otro y sin que nadie lo advierta, del Charco de la Pava a los mares de silicio de internet. Fíjense, por ejemplo, en los avatares de facebook –esas fotitos identificativas que figuran junto al nombre del usuario– por estas fechas. Susana, sevillana que capea la crisis trabajando como aupair en Londres, no ha dudado en consolarse poniendo una imagen suya de flamenca, ya que venir le es imposible. "Es mi manera de ser partícipe de aquello en la distancia, y además no me ensucio los zapatos ni se me mueve el peinado", bromea. Otros que sí son de hollar el albero también mudan de imagen por estas fechas. Chicas y mayores se identifican en las redes sociales con un detalle de su moño o con una instantánea de su cajón de complementos, mientras que cierto equipo de baloncesto juvenil de Sevilla Este, citado en la calle Gitanillo de Triana, muestra entre risas un corpulento flamenquín, con todas sus reminiscencias lúbricas, como imagen corporativa. El kit básico de la visitante de la Feria comprendía antiguamente monedero, ticket de la caseta y DNI, barra de labios, lápiz de ojos y espejito, unas horquillas y paquete de kleenex o tarrito de perfume opcional. Hoy, además, no puede faltar en el bolsillo bajo la falda la blackberry, aunque más de una se queja que de tanto bailar con ese armatoste encima han llegado a hacerse cardenales. "¿Dejarlo en casa? ¿Y qué hago yo sin móvil una noche de feria?", se pregunta Mari Carmen, que es de las que se prefiere antes muerta que sin cobertura. Años ha, los únicos que fotografiaban la Feria eran los japoneses, desnucados con sus pesadas Nikon; hoy no hay forma de escapar del Real sin ser retratado como mínimo media docena de veces, y no digamos si eres agraciado o agraciada. En cambio, al clásico fondo de madera pintada con una escena flamenca, con su caballito de jueguete para que los pequeños se retraten, apenas se le echa cuenta ya en la dichosa era del photoshop y el instagram. En la caseta de la Asociación de la Prensa, una pareja aguarda la llegada de su adobo absorta en sus respectivos teléfonos móviles. Ninguno dice palabra hasta que llega el plato, y una vez sobre la mesa le hacen la preceptiva foto mientras dejan que se enfríe. ¿Quién quiere comer, pudiendo subir? ¿Quién quiere vivir la Feria si no puede enseñarla? Otra manera de disfrute virtual es anunciar en la red cada paso que uno se dispone a dar: "Camino del Real con mi mujer", avisa Antonio en twitter, acompañando el mensaje con una foto de su impecable corbata. Otros que antaño confiaban en los felices encuentros del azar hacen llamamientos generales: "Quien quiera tomarse algo conmigo, ya sabe dónde estoy", anuncia Mónica por el mismo conducto, mientras que Espe #14A, grafómana digital, narra minuto a minuto su noche de jueves: "Me acabo de enamorar, ¡viva el bisbal de Umbrete!", escribe enigmáticamente, para continuar: "Me estoy riendo mucho, pero más me voy a reír mañana cuando lea lo que he escrito". La ciberferia es lo que tiene, pasado, presente y futuro se confunden, uno ya puede reírse ayer de lo que escribirá mañana, porque –de nuevo nos ilumina Machado– hoy es siempre todavía. ¿No se lo creen? Lean el final, donde queda patente la abolición del tiempo decretada por la unión de twitter y Feria: "Aún es jueves, porque no nos hemos acostado", concluye la chica en pleno viernes. Jinetes más pendientes de su móvil que de las riendas; visitantes perdidos porque al segundo rebujito tardan en darse cuenta de que están consultando la aplicación del Ayuntamiento, pero del año pasado; niños a los que ya les está vedada la excitante experiencia de perderse en la Feria, pues ya van identificados con su código QR; novias en fuga y maridos traviesos a los que el clandestino tonteo se les frustra por una inesperada llamada de sus respectivos partenaires, ¡tiempos de vivir permanentemente localizados, perpetuamente controlados! En una esquina de la calle Pepe Luis Vázquez, alguien cuenta que tiene a un amigo que conoció a un tipo que se conectaba en Google Earth para asegurarse de que su mujer iba con sus amigas a la caseta que le había dicho, como si pudiera seguirla en tiempo real: leyendas urbanas que a este paso se harán realidad el día menos pensado. Por otro lado, desde ayer la tendencia a mostrarse en guisa de Feria, esa extroversión compulsiva, ese exhibicionismo que raya la impudicia y llega a hacernos confundir realidad y escaparate, se ve ligeramente modificada: los sevillanos empiezan a subir fotografías de sus pies tendidos sobre la arena de la playa atardecida, o recortados en el azul del horizonte, con leyendas como "la paz de un viernes de Feria" o "qué agustera, mare". Suerte de estar lejos de los farolillos, de los tocaores amateur de caña rociera, del fino La Ina y sus atroces resacas. Suerte de estar lejos de la Feria de Abril, y tener 3G para contarlo.

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