Antonio Márquez nació en Sevilla en 1963, pero su formación artística forjada al lado de los más grandes maestros, su carrera profesional, su amplísimo currículum y su prestigio internacional apenas si se han paseado por esta ribera del Guadalquivir. Es el primer lamento que se le escucha al bailarín con sólo pisar suelo hispalense. "No sé qué tengo que hacer; lo he intentado todo, bailaría en una baldosa si hace falta", protesta Márquez, que asegura que "nadie sabe la inmensa alegría y las ganas tan profundas que tengo de actuar en Sevilla".
Esta satisfacción, de momento, tan sólo se la ha dado el ciclo Jueves flamencos de Cajasol, donde la compañía de Antonio Márquez, con más de una veintena de bailarines, se apretará para subirse al modesto escenario de la sala Joaquín Turina. Allí pondrá en escena Antonio, su particular homenaje al bailarín más grande y popular de la segunda mitad del siglo XX en España.
Tras pasar por el Festival Flamenco de Jerez y el Teatro Cervantes de Málaga, asegura Márquez que realizará el espectáculo al completo, a pesar de las apreturas del espacio. "No voy a quitar ni una coma, ya está todo pensado y solucionado", incide el veterano bailarín, que repasará las coreografías más emblemáticas de Antonio El Bailarín. Y en ese conjunto entran piezas como el Zapateado, Asturias, Triana, Camborio, El Puerto, Evocación, La sonata del padre Soler y así hasta un total de 18.
Además del evidente homenaje al "gran maestro", Antonio Márquez -con el que colaborará como artista invitado el veterano Paco Romero- utiliza también este espectáculo como plataforma de reivindicación de la danza española, un género "que está muy tapado últimamente por el flamenco". "Ahora todas las compañías son flamencas, ya no hay quien se dedique al estudio del clásico español, y si no seguimos aprendiendo, se va a perder uno de los patrimonios dancísticos más ricos que existen en el mundo", señaló ayer el artista sevillano.
