–Se marcha en unos días a su quinto Mundial absoluto, noveno en el total de su carrera. ¿Qué recuerda del primero en Santiago de Chile, de júnior?
–Recuerdos estupendos, era mi primer viaje largo fuera de España, iba motivadísimo y gané la medalla. Iba sin experiencia y sin presión. Ahora es muy distinto. Tengo más responsabilidad, y el atletismo es mi profesión, antes era como un juego.
–11 años al máximo nivel, con muchas victorias, alguna frustración.
–Hay cosas difíciles de entender. Mi mejor carrera, la del récord de España en 2002 en Madrid, la hice después de llevar una semana sin entrenar. Por poco no voy a correr, no tenía ilusión. Incluso había estado días antes en la Feria de Fuenlabrada con unos amigos. Y salió la marca.
–1:43.83. Inolvidable. ¿Y qué carrera sí querría olvidar?
–Más que olvidar me gustaría volver a correrla para rectificar. La semifinal de los Juegos de Atenas. A falta de 30 metros iba delante del sudafricano Mulaudzi (plata en la final y actual campeón mundial) y me pasó.
–Por 8 centésimas no estuvo en la final olímpica de 2004, como le ha pasado otras veces en Mundiales y Europeos. ¿Siente que el atletismo le debe algo?
–Sinceramente creo que sí, que debía haber estado en esas finales. Ojalá me lo pueda cobrar en Londres. He estado 5 o 6 años entre los 10-15 mejores del ranking mundial de 800, siempre ahí. A veces me ha faltado suerte, pero también he tenido de rivales a los mejores, a Kipketer, a Borzakowski, a Mulaudzi, a Bucher. Y atletas como el holandés Bram Som, al que siempre he ganado, fue campeón de Europa.
–Pero siempre ha sabido recuperarse de los golpes. Ese parón de año y medio le servirá para que pueda alargar su carrera.
–Es un descanso que tiene el cuerpo. Quiero apurar al máximo en la prueba de 800 y si no vuelvo a tener problemas, creo que puedo estar otra vez en 1:44 incluso 1:43 largos en esta y en las siguientes temporadas.
–Veo que su mujer, Rosario, y la familia Montaner le tratan bien.
–Echas de menos a la familia y a los amigos de Osuna pero en Valencia estoy muy bien. Quizás allí, con Manolo (Alcaide) tenía más facilidad para entrenar a cualquier hora. Para Osaka (Mundial) entrenaba a las tres o las cuatro de la mañana. Podía ir al gimnasio siempre. La adaptación al cambio horario fue buena. Para Daegu, nada. Cuando suba al avión.
–Y corría con los galgos de su padre. ¿Sigue con esa afición?
–Mi padre sí, a mí me gusta, pero es que hay que levantarse muy temprano (risas). En Valencia recogí un chuchillo de la calle y es tan nervioso que me lo llevo a correr para que se canse. El primer día lo subí a la cinta de correr y me asusté porque de la paliza que se dio empezó a temblar. Ahora ya está en forma.
–¿Qué se llevará a Corea?
–Café. Soy muy cafetero y el de por ahí no es tan bueno. Tengo dos máquinas en casa. En Pekín 2008 me llevé mi cafetera pero sin el filtro. Lo pasé fatal. Todo el día camino del McDonald’s de la villa, que era gratis.
–¿Sigue con sus manías?
–Sigo arrugando el dorsal antes de ponérmelo, duchándome antes de correr aunque lo haya hecho un rato antes. Tengo muchas, y sé que son tonterías. El otro día en el control de Cartuja no pude competir con la cadena que siempre llevo, y que me regaló mi madre. Se me rompió, e iba preocupado. Después Rosario me lo dijo. Intenta quitarme estas manías. Pero yo la he llevado al joyero para llevármela a Daegu.
CONTROL POR SORPRESA
Estado civil: felizmente casado.
Una virtud y un defecto: nunca me doy por vencido en nada. Defecto, no saber decir que no.
Comida favorita: huevo frito con patatas.
Un escritor y/o un libro: ‘El Oro de los Dioses’, de Eric Von Daniken.
Un músico o grupo: últimamente hago todos los rodajes escuchando a ‘Los Delinqüentes’.
Una película: ‘Seven’.
Un país o ciudad para visitar: he estado en muchos pero me quedo con España, con cualquiera de sus rincones.
Coche actual y deseado: tengo un Mercedes ML 350. Me gustaría un Mercedes SLR McLaren, pero se me va de presupuesto.
¿Qué te gusta hacer cuando no tienes nada que hacer?: estar con mi gente.
Un titular con tu nombre: Antonio Reina hace realidad el sueño de una medalla olímpica.
