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Apatía general ante el tesoro de pega

el 10 jul 2012 / 21:06 h.

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Los campeones de la Copa de 1977 posan junto al trofeo.
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Nadie espera un martes por la mañana de julio una cola que dé la vuelta al Museo Arqueológico. Pero tampoco es que el centro merezca la apatía generalizada que ayer se vivía en su interior. Se viene diciendo estos días que sus salas necesitan como el comer el Carambolo verdadero, el del valor incalculable. Probablemente. Pero lo que más necesita este museo es un plan de promoción mayúsculo. Porque en Sevilla, entre que si dicen que se cae a pedazos -que tampoco es eso- y que el tesoro tartésico expuesto no es tal, si no una copia de bronce, casi nadie se deja ver por allí.

Y si pensaban que el de Artes y_Costumbres Populares se llevaba el premio de ovejita negra, es que no han visitado el Arqueológico una mañana de estas, de calor visigótico. Helena Durrème se dio cuenta de que alguien la seguía cuando cruzaba el umbral de la Edad del Bronce. No era ningún seguridad celoso de las joyas batidas del 2.000 a. C., sino un periodista que buscaba su opinión del Carambolo. "¿El Caram... qué?", pronunció con acento francés -luego sabríamos que luxemburgués-. Pinchazo. De entrada, casi nadie de allende las fronteras que visita el centro tiene ni idea del alijo de joyas vetustas que allí, teóricamente, se muestran. Tampoco lo sabía Rodrigo Batiesti cuando contemplaba el tesoro de Argantonio. "No es el bueno. Ah...", apenas sí musitó. Claro que, conocidos los hechos, el turista florentino aceleró el paso hacia otras dependencias.

Ni en italiano, ni en inglés. Allí como uno no se empeñe con el español no se entera de que lo que está viendo es una resultona colección de bronce que imita al Carambolo auténtico, que reposa en algún arcón escondido. No sabemos si a la nutrida excursión infantil de primera hora se les comentó este nimio detallito. Lo mismo podían haberse puesto ellos mismos las joyas para aprender la historia en primera persona. Total...

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