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Aquel sueño y su ‘remake’

Hoy se cumplen 10 años de la primera de las dos finales de la Copa Davis que ha acogido Sevilla, la del récord de público, la que presentó a Nadal y coronó a Moyá.

el 05 dic 2014 / 16:41 h.

COPA DAVIS ESPAÑA-EEUU5 de diciembre de 2004. Domingo. Estadio de La Cartuja. Carlos Moyá cae sobre la arcilla, de espaldas, levanta los brazos 27.200 espectadores contemplan la escena in situ, en pleno éxtasis. El mallorquín acaba de derrotar a Andy Roddick en tres mangas (6-2, 7-6(1) y 7-6(5) en el cuarto punto de la final de la Copa Davis y España conquista su segunda Ensaladera de Plata. Culminaba así de la mejor manera un evento único, grandioso, que había colocado a Sevilla en el centro del mundo del deporte, con una apuesta arriesgada, ideada por la Federación Andaluza que presidía José Luis Escañuela, hoy presidente de la Real Federación Española, peleada en dura competición a Madrid, que entonces luchaba por los Juegos Olímpicos, y con trazos de polémica a posteriori por el desuso y robo de la famosa cubierta. En Sevilla, el tenis, el deporte, confirmó aquella semana la irrupción de un jugador, aún adolescente, de un deportista único, que iba a romper en los siguientes años todos los récords, Rafael Nadal, y coronaba con aquella Ensaladera la carrera grandiosa del primer español que había logrado alcanzar el número uno del mundo, Carlos Moyá. “Fui a recoger a Rafa al aeropuerto. Venía de Mallorca, cargado con cuatro bolsas. ‘No, al hotel no, quiero ir a la pista'”, recuerda Pedro Hernández, entonces director de comunicación de la Federación Española de tenis, y hoy jefe de equipo de la selección española de Copa Davis. “Se quedó asombrado con lo que vio en La Cartuja. De pronto salió corriendo por la grada hasta llegar a lo más alto. ‘Desde aquí no sé si se verá la pelota”, me dijo. Tenía unas ganas tremendas”. “Seguramente gracias a aquello pusimos a Rafa antes de hora en una situación como aquella, para que después llegara todo lo que llegó con sus éxitos”, subraya Jordi Arrese, uno de los tres miembros del G-3, el grupo de capitanes que dirigía entonces el equipo de la Davis, junto a Juan Avendaño y Josep Perlas. Con Juan Carlos Ferrero, número uno del mundo en 2003, y Tommy Robredo en el equipo, la apuesta por aquel chaval era arriesgada, por mucho que ya viniera apuntando maneras de crack y que llevara todo el año jugando la Davis. “Fue una semana complicada, por las ampollas en la mano de Ferrero. Se equivocó con aquel cambio de raqueta a final de año, además, se había ido de vacaciones...no acertó y si no hubiera hecho todo aquello quizás la situación hubiese sido otra. Tanteamos a Rafa, para ver si se sentía a gusto con la posibilidad. Se sorprendió, pero no por jugar, sino por los compañeros que estaban en el equipo. Su satisfacción era enorme”, recuerda Arrese, que ya disputó la final de la Davis el año anterior en Australia. “Cuando supo que iba a jugar Rafa se fue a la habitación de Carlos Moyá y le preguntó que si era mejor decir que no, y que jugara Ferrero. Carlos le dijo que estaba capacitado, que no se preocupara y el primer día ganó un punto clave al ganar a Roddick, que nos colocaba 2-0, fue un punto de inflexión porque el dobles estaba imposible”, cuenta Xavi Segura, encordador del equipo español desde 2000, y por tanto, como Pedro Hernández, o como el doctor Angel Ruiz-Cotorro, ha vivido la conquista de las cinco Ensaladeras desde dentro. “Hay dos cosas que tengo grabadas, el cariño de la gente aquella semana cuando íbamos por la calle y la cara de felicidad inmensa de Moyá cuando ganamos, como la de Rafa, estaban como idos, les hablabas y no escuchaban”, apunta Pedro Hernández. “Sevilla fue especial. Teníamos la espina del 2003, donde hubo una conjura, sobre todo de Moyá, y de aquella derrota salimos fortalecidos. Fue especial por jugar con un chaval que empezaba, por lo que significaba para gente como Carlos Moyá... Y el 2004 fue la confirmación de que se creaba un grupo fuerte de jugadores, un ambiente para los siguientes años”.

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