Cultura

Aquellos maravillosos años

El CAAC acoge una gran exposición dedicada a las fotografías de lo cotidiano.

el 29 ene 2010 / 20:00 h.

La invasión de Camboya, la muerte de Franco y la Revolución de los Claveles; Los Beatles se separan y pegan fuerte Abba y Black Sabbath; Mishima se suicida y Neruda gana el Nobel; el asesinato de Aldo Moro y el estallido de la guerra en Nicaragua; los estrenos de El último tango en París, El exorcista y La guerra de las Galaxias... La década de los 70 cambió la faz del mundo y, cómo no, de la concepción del arte. Prueba de ello es la muestra Años 70, fotografía y vida cotidiana, muestra estrella en la última edición de PhotoEspaña que acaba de aterrizar en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) de Sevilla.

Comisariada por Sergio Mah y Paul Wombell, reúne piezas de 23 fotógrafos de todo el mundo que, a través de sus personales enfoques, componen el mosaico de toda una época sin dejarse tentar por la nostalgia, la mitificación o el impulso revisionista. También revela no sólo el momento de bruscos cambios que supuso aquella década, sino también el modo en que la fotografía supo reformular su papel y girar hacia lo familiar y lo cotidiano, e incluso acabar de admitir lo banal como campo de trabajo.

Esto último se hace patente, por ejemplo, en la obra de William Eggleston, donde la publicidad y los objetos de consumo y uso corriente juegan a establecer relaciones imprevisibles con la película de color que tanto juego daría en los 80.

Los 70 fueron también el momento en que muchos pueblos, razas y credos cobraron conciencia orgullosa de su propia identidad. Algo que se ve muy bien en las imágenes de Soweto tomadas por David Goldblatt, o en los retratos de parejas y grupos a la entrada de una fiesta de Malick Sidibé, instantáneas que destierran muchos tópicos sobre los africanos y adquirirían con el tiempo un fuerte peso testimonial.

En una dirección afín discurre el trabajo de J. D. ‘Okhai Ojeikere, autor de una serie de retratos de mujeres negras tocadas con los peinados más inverosímiles, de modo que la cámara eleva, demorándose en la pura coquetería, una reivindicación social de la mujer.

En el extremo opuesto, Kohei Yoshiyuki describe la pacatería de la época: su trabajo en un parque de Tokio al que acuden ciudadanos de todas las tendencias sexuales buscando sombras protectoras reflexiona sobre los instintos reprimidos, pero también sobre el hecho de ser, mirar y ser mirado.

El barrio como raíz íntima y escenario de la memoria es también un tema recurrente en estos años. Eugene Richards regresa al suyo de Dorchester para mostrar los mil rostros de la humildad y el desamparo.

Aunque desarrolló casi toda su producción en los 80, Alberto García-Alix también ha sido invitado a mostrar su obra primera, en la que empiezan a destacar sus temas predilectos: el retrato de la marginalidad y la rebeldía, la invasión de los espacios privados de una juventud que aspiraba a comerse el mundo, y a la que esperaba a la vuelta de la esquina la lacra de la heroína. También pasea por el lado salvaje el objetivo de Anders Petersen, que en la serie Café Lehmitz retrata ambientes prostibularios y bohemios de poderoso dramatismo.

Muy diferente es el ejercicio que propone Christian Boltanski en su Álbum fotográfico de familia, una instalación de 150 imágenes sin aparente orden que proponen una amalgama de recuerdos personales, probablemente ficcionalizados. Claudia Andujar, por su parte, se limita a tumbarse en medio de una concurrida calle y disparar su cámara desde ahí: al tiempo que capta el pulso del día a día urbano, el asunto fotográfico -los casuales modelos- tienen conciencia del momento fotográfico.

Para Sergio Mah, la exposición muestra "cómo los 70 propiciaron un encuentro cada vez más rico e íntimo entre los fotógrafos artistas y los artistas que utilizan la fotografía", así como "la paradoja entre lo íntimo y lo público, lo personal y lo político", agrega.

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