Cultura

Argucia y sabor

Paco Cepero tira de compás y experiencia en su presentación como guitarrista de concierto en el patio de Santa Clara, donde dejó muestras de que mantiene su buena mano.

el 01 oct 2014 / 21:34 h.

TAGS:

Paco Cepero en concierto

* *  Escenario: Claustro de Santa Clara. Primera guitarra: Paco Cepero. Guitarras: Paco León y Miguel Salado. Violín: Sophia Quarenghi. Compás: Pedro Navarro. Cante: Samuel Serrano. Baile: Juan Tejero e Irene Carrasco. El veteranoPaco Cepero, marcándose unas sevillanas que bailaron Juan Tejero e Irene Carrasco. / Antonio Acedo El veteranoPaco Cepero, marcándose unas sevillanas que bailaron Juan Tejero e Irene Carrasco. / Antonio Acedo

Ustedes recordarán que hubo un tiempo, entre los años 60 y los 70, en que la liga de la guitarra flamenca estaba de lo más igualada. Paco Cepero era de los nombres que a veces estaban un poco más arriba en la tabla y otras un poco más abajo, pero siempre se las arreglaba para acabar entrando en puestos de Champions. Hasta que Paco de Lucía sacó a la luz Fuente y caudal, y rompió el juego. Desde entonces hubo dos ligas, una que solo jugaba el portento de Algeciras y otra en la que se batían el cobre todos los demás. Para colmo, Manolo Sanlúcar se propuso reformular el canon, y como setas empezaron a proliferar jóvenes guitarristas como Vicente Amigo o Rafael Riqueni, con un horizonte sonoro y técnico impresionante. La Primera División, por abusar del símil futbolístico, se ponía difícil para los veteranos.

Francisco López-Cepero García fue de los que pudieron temer quedarse descolgados, pero su capacidad para acompañar a los más grandes cantaores, desde La Paquera a Rancapino, pasando por Terremoto, La Perla, Camarón o Lebrijano, lo mantuvo en el candelero, apoyado en su genuina personalidad. Además, siempre fue un tocaor amable y simpático, que no son atributos musicales pero para el público suman. 

Otra cosa es ver qué puede dar de sí el jerezano como guitarrista de concierto, y más a una edad en que las facultades no son las que eran. La respuesta la dio él mismo el martes en el patio de Santa Clara, adonde acudió acompañado de dos jóvenes guitarristas, una discreta violinista y un percusionista.

Con aires morunos empezó el recital, en el que pronto iba a quedar de manifiesto que el de San Miguel no iba a esconderse detrás de su formación, aunque cargar con el peso del repertorio dejara al descubierto sus naturales dudas e imprecisiones. También, que su apuesta principal sería por su vertiente compositiva, esa factoría de melodías pegadizas pero flamenquísimas que han creado escuela. Dedicó unos tangos a Pansequito y Aurora Vargas, presentes en el patio de butacas, antes de pasar a unas sevillanas acompañadas al baile por Juan Tejero e Irene Carrasco y a su celebrada rumba Aguamarina. También incluyó unas seguiriyas interpretadas por una joven promesa chiclanera, Samuel Serrano, cantaor en ciernes de los que, como suele decirse, parece que se han tragado a un viejo; su conocido tema Capricho, compuesto para su esposa, y una evocación final de sus tiempos de compositor de Chiquetete.

Lo mejor de la noche fue ver a un Paco Cepero con los 70 años cumplidos y pasados defenderse muy bien, ora luciendo su conocido compás, ora echando mano de ese cajón de recursos –a veces simples argucias y otras diabluras de pura inspiración– que solo poseen los corredores de fondo como él. Lo peor, esos momentos en que se evidencia que la guitarra ha evolucionado muchísimo, y no solo en carreras de velocidad, de modo que las aportaciones del jerezano puedan sonar simples, y en ocasiones hasta ingenuas. Quienes fueron al convento de Santa Clara a oírle no esperaban, desde luego, destellos vanguardistas, sino sabor. Y Cepero se lo dio, porque es lo que lleva haciendo toda la vida, porque es lo que mejor sabe hacer.

  • 1