Era tal la cantidad de miembros de las fuerzas de la OTAN en nuestro hotel de Chisinau que se encontraba uno con una seguridad que contrastaba con lo que, decían, existía en el exterior. Pues bien, los compañeros más jóvenes tras la cena oficial y caminando del hotel en que se alojaba el Betis al nuestro vieron una discoteca y entraron a tomar una copa.
Salieron escopeteados del interior. Su sorpresa fue mayúscula al ver en el guardarropa junto a las prendas depositadas todo tipo de armas que obligaban dejar en el guardarropa. Había muchos soldados jóvenes y ciudadanos que por su seguridad llevaban armas y para evitar que con una copa de más hubiera discusiones subidas de tono siempre es mejor un buen puñetazo que un tiro.
Así que la dirección tomó esa decisión de registro a civiles y militares y las armas se depositaban ante los encargados del guardarropa de la discoteca. Al día siguiente la guía que había estado estudiando español en Sevilla nos lo explicó de la misma manera que arriba he escrito. Nos decía que las medidas de seguridad eran tal que para llegar de Chisinau hasta las playas de Ucrania, en la cercana Odessa, en la frontera entre Moldavia y Ucrania, los trámites a veces eran superiores al trayecto que no era algo más de una hora.
Era tan explícita y conocedora del tema playero que decía: “entre Chisinau y Odessa hay más o menos como de Sevilla a Chipiona”. Perfecta demostración de su conocimiento sobre Sevilla y su verano.
