Aunque no está a tu alcance que uno elija a sus lectores, por pedir que no quede: me gustaría que me leyeran Javier Aroca e Isidro Cuberos, si puede ser, de quienes escribo hoy. Tengo otros amigos estupendos atados a su columna de El Correo pero ahora estoy pensando en los dos colegas citados. Nos unen biografías intensas, cada uno en su género. Y cada vez que nos juntamos en un sarao acabamos contándonos batallas con las cosas que nos han pasado, entre la risa floja que nos entra al sabernos razonablemente inmunes a las tonterías de los mindundis que nos ladran indignados cada vez que hacemos algo que no les gusta. Ellos dos presumen de tener algún enemigo potente. Lamentablemente no es mi caso que sólo tengo de enemigos a una tropilla de segunda regional y así no se puede uno crecer con el castigo.
No siendo ninguno de los dos de Cádiz, que se sepa, practican una ironía sutil envidiable sólo al alcance de unos pocos elegidos. Y cuando no disparan con artillería pesada mandan mensajes que exigen atención de ornitólogo y conocimientos superiores de las materias sensibles de las que son expertos.
Si la palabra sigue siendo la expresión de un pensamiento uno puede saber lo bien que piensan estos dos, cosa que no puede decirse de otros que hablan y hablan de la nada.
Pero cuando cojo sus columnas les estoy imaginando con la sonrisa de oreja a oreja disfrutando de este nobilísimo momento de libertad personal que se experimenta al escribir de lo que uno quiera.
Abogado. crosadoc@gmail.com