Francisco Javier Rodríguez, junto a la réplica de la ermita del Rocío. / S. C.Es cierto que Estepa no es un pueblo especialmente rociero, aunque tiene su propia asociación en torno a la devoción internacional a la Divina Pastora. Sin embargo, esta circunstancia no es óbice para que en plena Sierra Sur también se puedan respirar aires de la marisma almonteña.Es posible gracias, entre otros, al trabajo de Francisco Javier Rodríguez, que ha conseguido recrear la ermita del Rocío, con casi cuatro metros de altura. Aunque su trabajo es de dorador y restaurador de dorado, también maneja el corcho y la pintura como si lo hubiera hecho desde la cuna. Con el apoyo de Eva Cecilia Martín, este joven estepeño de 31 años ha sido capaz de plasmar con todo lujo de detalles la fachada del santuario rociero.Con las medidas sobre el papel, y tras realizar una base en la que sustentar el grueso del trabajo, no son pocas las horas que tiene plantear las molduras y el resto de piezas. Como reconoce el propio autor, uno de los aspectos más complejos de elaboración fue, sobre todo, dar forma a la famosa concha que corona la puerta principal del templo. Con el soldador en la mano, hubo que moldear las ondas de ese elemento, así como los adornos que se encuentran en la parte más pequeña del campanario, y los remates cerámicos que coronan distintas partes del edificio.Pero no sólo el trabajo se centra en recortar el corcho para dar la forma al monumento sino que, posteriormente, se hacía preciso poner una capa de mortero para darle la textura necesaria que recordara la que tiene la pared de la propia ermita. Y, además, pintar el famoso blanco de la fachada, así como los dibujos de las cerámicas del inmueble.La imaginación también juega un papel importante a la hora de elaborar este tipo de trabajos. Por ejemplo, los balcones y rejas de la casa-hermandad y las tiendas de recuerdos están confeccionados con los palillos que habitualmente se emplean para las brochetas, pegados con silicona; las persianas de color verde son de palillería fina, cortada a la medida necesaria; y las tejas del edificio son realmente los tubos de cartón en los que va envuelto el papel con el que se recubren los mantecados tan típicos de esa tierra. La cruz que corona el conjunto, de latón fino; y los tres azulejos –de la Virgen y los apóstoles– que se sitúan sobre la puerta, una reproducción pegada sobre una tabla, recubierta con goma laca para darle brillo. Al conjunto no le falta ni un detalle. Tanto es así que no solo pueden verse las campanas en la espadaña, sino que incluso se han recreado varios borreguitos y las golondrinas que revolotean alrededor de la ermita, también con corcho. La fachada del santuario cuenta con todo lujo de detalles, azulejos incluidos. / S. C. Este trabajo es un encargo que, desde hace unos meses, ha podido verse en el patio con el que cuenta el pub Ángelus, y que se encuentra en venta para quien quiera tener la reproducción en su propia casa. Así, el buen hacer de este joven estepeño permite comprobar que con el corcho se puede recrear estampas marismeñas en plena sierra. Pero ésta no es la primera recreación que ha realizado Francisco Javier, quien ya el año anterior transformó ese mismo espacio en Egipto, o quien realizó, igualmente en corcho, la fachada de la iglesia de los Remedios, que puede verse en el belén que se instala cada Navidad. Y todo ello pese a que es el dorado artístico el trabajo diario al que se enfrenta, teniendo en su haber numerosas piezas que le han solicitado hermandades de varias poblaciones.