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Asenjo insta a los sevillanos a encomendarse a la nueva beata

Para solicitar su canonización es necesario acreditar dos nuevos milagros

el 19 sep 2010 / 17:34 h.

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El alcalde fue abucheado cuando ponía el ramo de flores.

El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, invitó ayer a los sevillanos a encomendarse a Madre María de la Purísima y a acudir a su intercesión, ya que para solicitar su canonización "hace falta que la nueva beata haga dos milagros más". En conversación con los periodistas al término de la misa celebrada ayer en la Catedral en acción de gracias por la subida a los altares de Madre María de la Purísima, el prelado sevillano recordó que la causa de beatificación de la séptima sucesora de Santa Ángela de la Cruz ha sido "especialmente corta" y advirtió de que "la canonización puede ser tempranera si tuviéramos dos milagros".


Asenjo hizo balance de los actos de beatificación: "En conjunto, estos dos días han sido un acontecimiento de gracia para la Iglesia de Sevilla. La Iglesia ha puesto sobre el candelero la figura de una mujer que ha hecho del amor a Dios y el servicio a los pobres el leit motiv de su existencia. Estoy seguro de que muchos sevillanos se habrán sentidos invitados a imitar el estilo de vida de la nueva beata".


Desde bien temprano, la Catedral sevillana se inundó ayer de fieles, deseosos de participar en la solemne eucaristía de acción de gracias por la beatificación de Madre María de la Purísima, a la que, sin embargo, no acudió ninguna autoridad municipal ni regional. El presidente de la CEA, Santiago Herrero, y el teniente de hermano mayor de la Real Maestranza, Alfonso Guajardo-Fajardo, eran las caras más conocidas entre el público.
Las Hermanas de la Cruz llenaban los bancos de la nave principal que se extiende ante el Altar del Jubileo, presidido ayer por la imagen de la Virgen de la Granada y por el pasito con la nueva talla de Madre Purísima, esculpida por el profesor Miñarro, que luego, a la finalización de la misa, sería trasladada hasta la iglesia de San Juan de la Palma.


La niña del milagro, Ana María Rodíguez Casado, y su familia participaron en la procesión de entrada y ocuparon un sitio de honor en la primera fila de bancos. Junto al arzobispo de Sevilla, concelebraron la ceremonia otros siete obispos: el castrense, Juan del Río; el emérito de Mérida-Badajoz, Antonio Montero; el emérito de Huelva, Ignacio Noguer; el de Almería, Adolfo González; el de Jerez, José Mazuelos; el auxiliar de Caracas, Fernando Castro; y el de la diócesis argentina de Añatuya, Adolfo Armando. Durante su medida homilía, el arzobispo Asenjo destacó algunos rasgos que definen el perfil espiritual de la vida de la nueva beata, "una de las biografías más trayentes y fecundas de la historia de la Iglesia en Sevilla". Así, subrayó su "ardiente amor a Jesucristo", "el amor a la cruz, patrimonio más preciado de la Compañía" y "el amor a los hermanos con el mismo amor sobrenatural con que Dios les ama". Asenjo culminó su alocución haciendo un llamamiento universal a la santidad, "unica vocación del hombre en la tierra" en un mundo "herido por la desesperanza".

El Papa la pone de ejemplo. Benedicto XVI puso ayer como ejemplo para las mujeres a la religiosa española María de la Purísima de la Cruz, beatificada el sábado en Sevilla. “Deseo enviar mi saludo al pueblo de Sevilla, donde ha sido beatificada la Madre María Purísima de la Cruz. Que la beata María inspire a las jóvenes a seguir su ejemplo de amor incondicional a Dios y al prójimo”, afirmó. El Santo Padre hizo estas declaraciones tras beatificar en la localidad de Birmingham, en el centro de Inglaterra, al cardenal John Henry Newman (1801-1890).

Abucheos al alcalde. Organizada con mimo por la hermandad de la Amargura, la procesión con la nueva imagen de Madre Purísima partió de la Catedral al término de la misa de acción de gracias. Tras despedirse de la Patrona de Sevilla, el cortejo enfiló la nave de San Miguel para salir a la Avenida de la Constitución y transcurrir ante el andén del Ayuntamiento. Allí el alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, fue abucheado con gritos de “¡fuera, fuera!” mientras realizaba una ofrenda foral a la nueva beata.

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