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Asesina a su mujer a puñaladas y se tira por la ventana en Los Pajaritos

Mató a cuchilladas a su mujer, esperó un día y llamó al 112 para contarlo y anunciar que se iba a tirar por el balcón. Arrimó una silla a la ventana de su casa de Los Pajaritos y se lanzó desde un cuarto piso, pero no murió. Su esposa y madre de sus dos hijos lo había denunciado por maltrato, pero no quiso que la protegieran.

el 15 sep 2009 / 22:27 h.

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Mató a cuchilladas a su mujer, esperó un día y llamó al 112 para contarlo y anunciar que se iba a tirar por el balcón. Arrimó una silla a la ventana de su casa de Los Pajaritos y se lanzó desde un cuarto piso, pero no murió. Su esposa y madre de sus dos hijos lo había denunciado por maltrato, pero no quiso que la protegieran.

Cuando llegó la Policía, Pedro C.M., de 28 años, estaba aturdido por la caída, en la que había fracturado varios huesos que hasta le asomaban de las piernas, porque probablemente cayó de pie. Pero fue capaz de repetir a los agentes, de malos modos, que había matado a su mujer.

El cadáver de Cristina Maestre Real, de 30 años, descansaba sobre la cama en un cuarto piso de la calle Cigüeña 46. Tenía múltiples puñaladas, incluida una tremenda incisión en el pecho que le había provocado una sangría que salpicó toda la habitación de la humilde vivienda. Podría llevar muerta de entre 16 y 20 horas, casi un día entero. El mismo agresor contó que la había matado la noche anterior cuando llamó al 112, a las 15.40 horas, y el informe preliminar del forense confirmó anoche esta hipótesis. Un instante después de que Pedro dijera que se iba a suicidar, otra llamada avisó de que un hombre se había lanzado al vacío en la misma dirección que dio el agresor.

Los dos hijos de la pareja, Yeray, de dos años, y Pedro, de seis, llevaban desde la noche anterior con una vecina y no estaban en la casa cuando se produjo el crimen, la primera muerte por violencia machista en Sevilla desde octubre de 2007. Ayer fueron recogidos por un familiar.

El suceso provocó una inmediata conmoción en Los Pajaritos. Decenas de personas, incluidos muchos niños pequeños y bebés en brazos de sus madres, asistieron entre lamentos a la llegada de los hermanos de la joven, llorando y presa de los nervios. El padre de Cristina, que se enteró de la noticia por la prensa tres horas después, estaba tan enfurecido que no cesaba de gritar "¡Lo mato, yo lo mato!", y llegó a agredir a un cámara de televisión.

Pedro C.M. fue trasladado al hospital Virgen del Rocío, y operado de urgencias al sufrir rotura de bazo, traumatismo torácico, abdominal y pélvico, fracturas costales, de escápula, tibia y fémur. Su estado es grave, pero no se teme por su vida. Está detenido y anoche estaba previsto que quedara ingresado en la UCI bajo custodia policial.

Los vecinos contaban que el agresor llevaba años enganchado a las drogas, y que había pasado mucho tiempo en una clínica de desintoxicación para superar su adicción a la cocaína. Había regresado hacía un mes, y Cristina había aceptado que volvieran a vivir juntos, a pesar de que en 2005 y el verano pasado lo había denunciado por malos tratos. Sólo esta última denuncia llegó al juzgado, con parte de lesiones incluido, pero se archivó porque ella se negó a declarar. También renunció a que se dictara una orden de alejamiento o cualquier otra medida de protección. "Lo recogió otra vez en su casa y mira lo que le ha hecho", decía entre lágrimas una cuñada de la víctima.

Pedro y Cristina, que había nacido en el barrio, de donde también son los padres de ambos, estaban casados, habían vivido antes en la cercana calle Codorniz y pensaban mudarse al Cerro del Águila, una zona menos deteriorada. Habían tenido un primer hijo que falleció con dos meses de muerte súbita, y luego habían nacido los otros dos pequeños. El mayor estudia en el colegio Blanca Paloma y el pequeño iba a la guardería; era habitual que los recogiera una vecina o algún familiar, porque Cristina trabajaba todos los días en una pequeña tienda de alimentación que acababa de abrir, por eso a nadie le extrañó que no estuvieran en el piso.

Los vecinos dicen que ella era "encantadora, muy buena persona, se paraba con todo el mundo y siempre estaba con sus hijos". Él, en cambio, era más callado y muchos en el bloque donde vivía ni siquiera lo conocían, aunque sus conocidos aseguran que no era conflictivo. En el piso se oían a veces discusiones, "pero ya lo que haga uno de puertas para dentro..." ilustraba muy gráficamente una vecina. Un anciano daba más detalles: hace tres años, cuando ella estaba embarazada del pequeño y aún vivían en la calle Codorniz, la Policía había visitado el bloque y había pedido a los vecinos que llamaran si lo veían a él por la casa.

Pedro había trabajado en una fábrica varios años y ahora estaba en paro. Ella trabajaba en la pequeña tienda de comestibles que había abierto en un piso bajo de la esquina de las calles Mirlo y Candelón, cerrada ayer a cal y canto. Allí supo su padre que la habían matado, y recorrió a toda velocidad el trecho que separa esa esquina del piso de su hija en la calle Gaviota. Allí lo esperaban ya varios psicólogos municipales que atendieron a la familia mientras la Policía Científica recogía pruebas y el grupo de Homicidios recababa testimonios. El Instituto Andaluz de la Mujer anunció ayer que se personará como acusación particular por este crimen.

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